Pros y contras | Artículo de Josep Maria Fonalleras

La penúltima de las batallas (perdidas) de Manuel Valls

Manuel Valls  durante la investidura municipal, en el Saló de Cent, tras las municipales de 2019.

Manuel Valls durante la investidura municipal, en el Saló de Cent, tras las municipales de 2019. / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

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Considero que siempre es mejor actuar con humildad que con altivez. La soberbia es una actitud que se enfrenta, tarde o temprano, a la evidencia de la fragilidad. Todo lo que nos había encaramado, en su propia esencia, contiene el germen de lo que nos va a hundir. "El diablo es", decía Umberto Eco, "la arrogancia del espíritu".

Hablo de todo esto ante el cadáver político de Manuel Valls, que ha perdido la penúltima de las batallas (con él nunca se sabe, puede resucitar) al quedar tercero en las elecciones por la 5ª circunscripción de franceses en el extranjero. Ser diputado por esta vía es como entrar en una repesca, un acceso de segunda categoría, casi un regalo, una alfombra plácida que Macron extendió a los pies de un Valls que ya se había colocado, estratégicamente, servilmente, como ha hecho siempre, a los pies del presidente. Ni así. Ha perdido hasta los límites de la humillación política. A raíz de la derrota, Valls ha abandonado el millón de seguidores que tenía en Twitter (¡pobres, desamparados!) y ha dicho que "la vida es lo suficientemente bella para pasar página". Quizá ha leído, por fin, a Epicuro: "La seguridad más pura proviene de una vida tranquila y apartada de la multitud".

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