El trasluz | Artículo de Juan José Millás

Magia

Tengo un amigo que entra por la puerta, pero sale por la ventana. La primera vez se le dieron bien las cosas y lo atribuyó al hecho de haber salido de casa por la ventana

Una mujer mira a través de la ventana.

Una mujer mira a través de la ventana.

Juan José Millás

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Tengo un amigo que vive en un bajo y que sale de su casa por la ventana. Entra por la puerta, pero sale por la ventana. Lo hizo por primera vez un día en el que la cerradura se le bloqueó y no tuvo otro remedio. Ese día se le dieron bien las cosas y lo atribuyó al hecho de haber salido de casa por la ventana. Mi amigo no es supersticioso, lo hace por si acaso.

   -Total -dice-, no me cuesta nada.

   Un día lo vio un policía y lo detuvo convencido de que era un ladrón. Mi amigo demostró que no y lo soltaron, pero le recomendaron que saliera por la puerta.

   -Cada uno sale por donde le da la gana -dijo él, encantado de llevar razón frente a la autoridad.

   En una antigua entrevista que le hicieron a Woody Allen, el periodista le preguntó por qué desayunaba siempre un plátano.

   -Porque un día lo tomé y no me ocurrió nada malo -respondió el actor.

Hace un mes, cené en casa de mi amigo. Acabamos a las tantas y un poco alegres porque cayeron dos o tres botellas de vino. Cuando nos despedíamos, me invitó a salir por la ventana. Le dije que no, entre risas.

   -Como quieras -dijo él-. No trataba de imponerte nada, sino de hacerte un favor.

Salí por la puerta, como las personas, y a los cinco minutos de andar en busca de un taxi, metí el pie en una irregularidad de la acera y me torcí un tobillo. Advertí enseguida que el esguince era de los que hacen historia, de modo que volví a casa de mi amigo y le pedí que me permitiera salir de nuevo, en esta ocasión por la ventana. Mi amigo, que ya se había acostado, compuso un gesto de paciencia y me invitó a efectuar la operación.

Esa noche dormí intranquilo, por el esguince. Tengo práctica y sabía que era de los incapacitantes. Pero al día siguiente amanecí en perfectas condiciones. Quizá con una ligerísima hinchazón, pero nada que me impidiera hacer vida normal. Desde entonces voy una vez a la semana a la casa de mi amigo, por prevenir. Me ha pedido que no se lo cuente a nadie: teme un desfile de gente saliendo por su ventana mágica.

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