Pros y contras | Artículo de Emma Riverola

Habitar el catalán

Una mezcla de incompetencia, miopía y desgana política ha dejado languidecer la escuela pública en Catalunya y, con ella, el catalán. Menos exhibicionismo en su defensa y más espíritu crítico y recursos

Vuelta al cole sin mascarillas en una clase de la escuela Diputació de Barcelona

Vuelta al cole sin mascarillas en una clase de la escuela Diputació de Barcelona / FERRAN NADEU

Emma Riverola

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La inmersión lingüística llegó tarde para mí, pero recuerdo la emoción de leer ‘Solitud’ o ‘La plaça del Diamant’ como parte del temario escolar. El catalán no era mi lengua materna, pero sí mi aspiración. El presente nada tiene que ver con aquellos días en los que la palabra libertad se pronunciaba con ilusión, temor… Y también en catalán. Un catalán que cada uno abordaba como podía, pero que emocionaba, porque hablarlo era defenderlo de décadas de represión. Se sentía la potencia de su latido. 

Y ya basta de nostalgia. Porque ahora tomo un libro de Carlota Gurt o de Eva Baltasar o de Marta Orriols o de Blanca Llum Vidal o de Pol Guasch o de tantos, tantísimos, y siento multiplicada esa energía. ¿Cómo puede ser que para tantos adolescentes el catalán sea una lengua fosilizada? Me importa poco el 15% o el 25% de castellano en las escuelas, porque el amor a una lengua no se compra a tanto el kilo. Se gana habitando las historias que se crean en ella y contribuyendo a escribirlas. Una mezcla de incompetencia, miopía y desgana política ha dejado languidecer la escuela pública en Catalunya y, con ella, el catalán. Menos exhibicionismo en su defensa y más espíritu crítico y recursos.  

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