Artículo de Carles Campuzano

Por una buena ley de mecenazgo

El actual marco legal es anticuado en su planteamiento, tacaño en las deducciones fiscales aplicables, no promueve la transparencia y está basado en la desconfianza en la iniciativa de la sociedad

Congreso de los Diputados.

Congreso de los Diputados. / EFE

Carles Campuzano

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Sociedades más fuertes, más sanas, más democráticas, más cohesionadas, más confiadas, más seguras, acostumbran a ser aquellas en las que entre las personas y las familias, por un lado, y las administraciones públicas, por el otro, existe un denso y rico entramado de entidades sociales, culturales, deportivas, ambientalistas... que construyen comunidad y refuerzan las obligaciones que nos debemos unos a otros. Estamos hablando de asociaciones y de fundaciones, fundamentalmente, pero también de muchas iniciativas con formas legales más difusas o, incluso, hibridas .Es aquello que, en su momento, el sociólogo norteamericano Robert Putnam definió como capital social. A más capital social, mejor país en todos los sentidos, más vibrante, democrático y cohesionado.

Habitualmente, en Catalunya nos sentimos satisfechos del vigor de nuestra sociedad civil organizada, de nuestro Tercer Sector Social, de nuestro mundo cultural o deportivo, del dinamismo de la densa red cívica y comunitaria que se extiende en todo el país. Y decimos que en un país donde tradicionalmente la presencia del sector público fue débil y sin democracia, la sociedad se organizó para dar respuestas a las cuestiones sociales, educativas, sanitarias o culturales, para las cuales el Gobierno no tenía respuesta. Ciertamente, con la recuperación de la democracia y el autogobierno, esta realidad se fue transformando y la extensión y consolidación del Estado del bienestar, en un sentido muy amplio, otorga, como es normal en cualquier sociedad moderna y avanzada, la centralidad a la intervención y la regulación públicas en la garantía del acceso y disfrute de los derechos sociales. Y aun así, la relevancia y el peso de la iniciativa social en nuestro país continua siendo fundamental en todos los ámbitos. Y es que este entramado cívico no es solo, ni en muchos ámbitos, un prestador de servicios públicos o comunitarios, sino un movimiento reivindicativo, que defiende causas y valores inclusivos o que promueve el acceso a bienes comunes, como la cultura o el ocio y que, en muchos sentidos, nos define como nación. Desde cualquier punto de vista nos tenemos que sentir orgullosos y hace falta que cuidemos y fortalezcamos esta realidad viva y dinámica, y más aún después de haber constatado la trascendencia del trabajo de estas redes durante el largo periodo de crisis que sufrimos desde 2010.

Es precisamente desde esta perspectiva, del cuidado y el fortalecimiento de la iniciativa social, de la sociedad civil organizada, del Tercer Sector en un sentido muy amplio, que hay que insistir en la trascendencia que la iniciativa de los diputados catalanes en el Congreso, Sergi Miquel y Ferran Bel, de nueva ley del mecenazgo, que se está tramitando en las Cortes Generales, prospere con éxito y que, por fin, nuestra legislación en este ámbito se sitúe en la línea de la de los países más avanzados de nuestro entorno europeo. No nos podemos permitir el lujo que la reforma quede bloqueada y es que este riesgo existe. El actual marco, que incentiva y estimula la colaboración de personas y empresas con la sociedad civil, hace muchos años que se nos ha quedado obsoleto. El marco legal original, que data de 1995 y que fue promovido también desde Catalunya por Francesc Homs i Ferret, y que ha tenido algunas reformas a lo largo de los años, la última de las cuales fue en la etapa del ministro Montoro, es anticuado en su planteamiento, tacaño en las deducciones fiscales aplicables a las aportaciones de las empresas y las personas por actividades de interés general, no promueve la transparencia y está basado en la desconfianza en la iniciativa de la sociedad.

Y justamente, también desde nuestro país, la Fundació Catalunya Cultura hace tiempo que lidera una potente campaña en favor de esta reforma legislativa, recogiendo centenares de adhesiones de todo tipo de entidades, tanto grandes como pequeñas, y aglutinando a todo los sectores que están concernidos por esta demanda de una ley moderna y avanzada, que reconozca las prácticas más innovadoras que las tecnologías de la información y el conocimiento han propulsado, que facilite la democratización de la filantropía, que aumente los incentivos fiscales y que promueva la transparencia y la rendición de cuentas, entre otros.

En tiempo de polarización política, de grietas profundas en nuestro modelo social, de disrupciones tecnológicas, de emergencia climática, de mayor complejidad y diversidad cultural, religiosa o de estilos de vida, necesitamos más capital social que fortalezca la connivencia y el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad, que refuerce las responsabilidad de unos hacia otros y que fortalezca la idea de que hay bienes que son de todos y que son imprescindibles para vivir juntos. Por eso, sobre todo, necesitamos una buen ley de mecenazgo.

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