Artículo de Eulàlia Vintró

La erosión de la democracia

Después de muchos años de bipartidismo y de mayorías absolutas los gobiernos de coalición dan paso a debates, discusiones y divergencias entre los miembros del Gobierno que no siempre saben explicar bien y con transparencia.

Una imagen de archivo del Congreso de los Diputados.

Una imagen de archivo del Congreso de los Diputados. / Javier Lizón

Eulàlia Vintró

Eulàlia Vintró

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La cotidiana sucesión de hechos, declaraciones políticas y comentarios periodísticos y sociales está generando en los últimos años un alejamiento de la ciudadanía de las instituciones, de los gobiernos y de la política en sentido amplio. Transcurridos 45 años desde las primeras elecciones generales, cuando el interés e incluso la ilusión predominaban en todas partes, hoy asistimos sin angustia a la indiferencia y el desprecio que no paran de crecer por todo el país.

Las causas de este cambio son múltiples pero todas ellas contribuyen a debilitar la democracia y poner de relieve que en gran medida los partidos políticos, los poderes económicos y las organizaciones sociales están más pendientes de sus intereses a corto plazo que de la mejora global y de larga duración. Sin espacio para ser exhaustiva, merece la pena mencionar algunas.

Ya a finales de los años 80 se produjo un cierto desencanto en relación con lo que estaba implicando la democracia recuperada y el gobierno de mayoría absoluta socialista. Más allá de razones concretas, el sentimiento general era que la recuperada democracia no contaba con la gente para desarrollarla y reafirmarla. Solo hacía falta su voto cada cuatro años para situar un partido u otro al frente del Gobierno y este, fuera de derechas o socialista, ejercía su poder sin promover la implicación y la participación ciudadana.

Este comportamiento gubernamental se ha mantenido hasta ahora, pero un nuevo factor muy generalizado ha empeorado la situación: la corrupción. Todo el mundo conoce la corrupción franquista y todo el mundo esperaba que la democracia sirviera para eliminarla o para denunciar y castigar sus responsables. Con mucha diferencia el PP ha sido la formación más corrupta en toda España y con más dirigentes políticos implicados, pero los juicios que todavía se están celebrando y las condenas que han recibido no impiden que siga funcionando y aspire a recuperar el gobierno del Estado. También los socialistas en Andalucía han tenido actuaciones corruptas con juicios en curso y Pujol ha evidenciado con sus declaraciones y las informaciones posteriores que él, su familia y su partido también las han tenido.

Otro factor que con el paso de los años ha ido enturbiando la imagen de la democracia es el comportamiento de las personas electas, especialmente en el Congreso de los Diputados. Si en los primeros mandatos había intervenciones orales rigurosas y pertinentes, ahora solo asistimos a lecturas de textos desde la tribuna y, lo que es peor, a un intercambio de insultos y groserías que deberían avergonzar sus protagonistas y a obligarlos a rectificar.

Los Parlamentos, pues, no disfrutan del mejor prestigio, pero también han dejado de tenerlo dos instituciones fundamentales en cualquier sistema democrático: el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional. El primero, garantía máxima de la administración de justicia, lleva años sin renovarse por culpa del PP que se niega a cumplir la Constitución con todo tipo de excusas y no facilita la sustitución de los miembros que han agotado su mandato puesto que la mayoría son conservadores y favorecen los intereses de este partido. El cambio en la presidencia del PP parecía que facilitaría la renovación, pero de momento no hay noticias positivas. No olvidamos que la Comisión Europea ha criticado este retraso y que España ha descendido en el escalafón de países demócratas por este motivo.

El Tribunal Constitucional mantuvo un gran prestigio por sus miembros y por sus dictámenes a lo largo de muchos años, pero después de la sentencia sobre el Estatut d'Autonomia de Catalunya y la reiterada división entre los miembros más progresistas y los más moderados ha dejado de ser tan prestigioso y, ahora, cuando se tendrán que renovar cuatro miembros, los dos que designa el CGPJ no podrán ser nombrados y su función quedará afectada y también su valoración.

Después de muchos años de bipartidismo y de mayorías absolutas los gobiernos de coalición dan paso a debates, discusiones y divergencias entre los miembros del Gobierno que no siempre saben explicar bien y con transparencia. La democracia también se hace eco. Y no positivo.

Merecería la pena, seguramente, que frente a los inmensos retos, que globalmente nos afectarán, todas las fuerzas políticas asumieran su responsabilidad en la erosión de la democracia y trataran de encontrar la manera de reforzarla. De lo contrario, todo el mundo perderá y no poco.

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