Artículo de Albert Soler

Los viajes de Asens a ninguna parte

El bueno de Rufián solo intenta que el diputado de Unidas Podemos toque un poco más con los pies en el suelo, que a menudo parece que ni él mismo sepa si está en el Congreso o en Waterloo

Asens podemos

Asens podemos / ACN

Albert Soler

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Rufián no le aconsejó con mala idea a Jaume Asens que no viaje tanto a Waterloo, no sé por qué los fugados se lo toman a mal. El bueno de Rufián solo intenta que Asens toque un poco más con los pies en el suelo, que a menudo parece que siquiera él mismo sepa si está en el Congreso o tomando el té de las cinco con el Vivales, mientras Comín les toca un nocturno de Chopin. A fuerza de viajar a Waterloo, se ha instalado en un 'jet lag' permanente, y claro, eso se nota en sus intervenciones. Algunas consecuencias del 'jet lag' son el estreñimiento, y ahí está la cara de Asens para corroborarlo, así como la dificultad para concentrarse y desenvolverse al nivel habitual, que si en el caso del diputado de Unidas Podemos ya era más que bajo, ha quedado ahora en subterráneo.

No hace mucho, coincidí en un restaurante con un alto cargo de JuntsxAsens, o como se llamen hoy los posconvergentes, del cual no revelaré la identidad porque el Vivales, en un vano intento por demostrar que todavía es alguien, le ha tomado más gusto a cortar cabezas que la Reina de Corazones. Como quiera que me acusó -en tono jocoso- de ser el «el azote de los puigdemontistas», le respondí que él, por su parte, no me parecía muy puigdemontista.

-Es que yo soy posibilista. Suficientes problemas reales tenemos, como para preocuparnos de otras cosas.

Asens es de los que tienen en la cabeza, además de una mata de pelo surgida por generación espontánea, de un día para otro y a una edad más bien provecta, esas «otras cosas». «Otras cosas» que, curiosamente, coinciden siempre con las estrambóticas ideas lacistas, así ha terminado la izquierda en Catalunya, con un líder más papista que el Papa lacista, quien prefiere residir en Waterloo que en el Palmar de Troya, como correspondería a sus méritos. Va a ser que portar el cadáver de un mapache en la cabeza dificulta distinguir la realidad de los deseos, miren también al Vivales con su mapache y mírenme en cambio a mí.

El Asens calvo no era lacista, lo suyo se manifestó a la vez que se puso pelo. Háganme caso, desconfíen siempre de quien es incapaz de asumir su calvicie y lucirla con dignidad. Quien está acomplejado por lo poco que tiene en la parte exterior de su cabeza, mucho menos tiene en su interior.

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