ARTÍCULO DEL DIRECTOR

Un Estado imprevisible

Obras en la estación del AVE de La Sagrera, en Barcelona.

Obras en la estación del AVE de La Sagrera, en Barcelona. / periodico

Albert Sáez

Albert Sáez

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Catalunya es una de las autonomías en las que el Estado ejecutó menos del 50% de la inversión aprobada en los presupuestos del año 2021. En la comunidad de Madrid se gastó casi el doble de lo previsto. Estos datos no deberían ser objeto de ningún tipo de demagogia, ni política ni mediática. No existe conspiración conocida dentro de la Administración del Estado o entre los funcionarios para impedir la ejecución de estas inversiones. Tampoco es serio incluir obras en los presupuestos para arañar o emitir unos votos en el Congreso a sabiendas de que no se podrán ejecutar. Ni lanzar una crítica generalizada a la sociedad catalana por exigir que esas infraestructuras cumplan los requisitos medioambientales aprobados por la UE cuando ni siquiera sabemos qué proyectos no se han ejecutado ni por qué razones. Como tampoco es de recibo que se proclamen en la aprobación las cifras récord y luego no se rinda cuentas de manera transparente. Todos estos planteamientos son algo infantiles y no ayudan a resolver los problemas sino a obtener rédito político de su existencia.

Decía el que fuera presidente del Cercle d'Economia, José Manuel Lara que los políticos estaban obligados a ser previsibles. No solo ellos, sino también las empresas y las instituciones. La inversión pública es motor de la inversión privada y su realización desencadena multitud de proyectos que no pueden estar al albur de los incumplimientos y, menos aún, del oscurantismo. La llegada de una línea de tren o la apertura de un acceso condiciona la instalación de una industria, la puesta en marcha de un servicio o el desarrollo urbanístico de un territorio. Si no se sabe si en los próximos 12 meses se va a ejecutar un tercio o el doble de un proyecto se genera, principalmente, incertidumbre, parálisis. Y eso es mucho más determinante que el agravio que unos u otros se puedan atribuir para ganar votos. Decir que la culpa de lo ocurrido en el 2021 en Catalunya es de la pandemia es tratar a la gente como si fueran menores de edad, ¿acaso en otros territorios no se encarecieron los materiales o no hubo covid-19? Atribuir la falta de ejecución de la inversión a la negativa de algunas instituciones catalanas a apoyar determinados proyectos es faltar a la verdad mientras no sepamos cuáles son las inversiones no ejecutadas y las razones que lo han provocado.

Las sociedades maduras como la nuestra tiene derecho a ser exigentes y, a la vez, no deben dejar de ser razonables, y para ello los poderes públicos tienen la obligación de ser transparentes. En el siglo XXI, los proyectos de inversión, públicos o privados, no pueden responder a un trágala ni convertir la exigencia en demagogia populista que diga que no a todo. Para combatir ambos extremos es necesario que los proyectos sean previsibles y que el rendimiento de cuentas no sea la excepción, cuando conviene hacer propaganda, sino la regla para asegurar el progreso de las personas respetando el planeta. Desde estas páginas estamos siempre con la exigencia, con la transparencia y con el debate racional. Y en contra del agravio vacuo, la demagogia y el populismo, sea político o mediático. Somos previsibles.