La lengua, instrumento político
La politización de la educación con métodos antiguos es cada vez más difícil
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
La lengua en Catalunya ha sido utilizada siempre políticamente. Todos han hecho de las suyas. Nadie puede aparecer ahora en el escenario político e intentar omitir esa realidad. No sería cierta. Desde el 'decretazo' del año 1992, cuando empezó de verdad la llamada inmersión lingüística, fue el estandarte de la CiU de Jordi Pujol para pretender construir su Catalunya por encima de la realidad del país.
En 1997, en medio del giro catalanista del PP, la lengua volvió a estar en el debate de las sesiones parlamentarias con ponentes que ya han desaparecido de la vida política. Aquella ley tenía, tiene, artículos que jamás se pusieron en práctica, como el 21. “Los niños tienen derecho a recibir la primera enseñanza en su lengua habitual, ya sea esta el catalán o el castellano. La Administración ha de garantizar este derecho y poner los medios necesarios para hacerlo efectivo. Los padres o tutores lo pueden ejercer en nombre de sus hijos instando a que se aplique”. Jamás en las hojas de prescripción se dio esa posibilidad.
Convergència hizo política con la lengua, como 10 años más tarde lo hizo Ciutadans ante los incumplimientos continuados del que fue el tripartito, al que algunos consideraban, mirando al PSC, el responsable.
Todo lo relatado suena a viejo. Los procesos educativos se han transformado y lo que antes podía dirigirse con solo un libro en una lengua concreta, ahora es arrasado como un tsunami por la tecnología y las redes sociales a las que es imposible “inmersionar” en una única lengua. La politización de la educación con métodos antiguos es cada vez más difícil. Hace tiempo que algunos alertaban de que la tendencia estaba cambiando, y el catalán, como lengua más débil, a pesar de tener una maquinaria detrás durante años, iba a sufrir.
De la misma forma que siempre se ha hecho política con la lengua, también se ha utilizado un porcentaje. Aunque el nuevo decreto ley lo rechace. La acción de sumergir una educación en una lengua ya es una forma de hacerlo. Pero las aulas seguirán igual. Es una batalla perdida porque el aprendizaje ha evolucionado.
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