Artículo de Desirée de Fez

Llegar tarde a las películas

Al ver 'Todo a la vez en todas partes' deseé haberla visto cuando ni siquiera se me pasaba por la cabeza la posibilidad de que lo que veía en la pantalla ya lo hubieran hecho otros antes

Fotograma de 'Todo a la vez en todas partes'

Fotograma de 'Todo a la vez en todas partes'

Desirée de Fez

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¿Se puede tener la sensación de que una película te pilla mayor? ¿Y el deseo de haberla visto muchos años antes? ¿Y la certeza de que, de haber llegado a ella cuando éramos más jóvenes, habría tenido un impacto mayor en nosotros? Siempre había defendido que no, con un argumento bastante común: el entusiasmo, la emoción y la capacidad de sorpresa no tienen nada que ver con la edad. Sin embargo, hace unos días, un compañero de profesión, Joan Pons, me preguntó por 'Todo a la vez en todas partes', que se estrena en España el próximo viernes, y lo primero que le dije es que ojalá la hubiera visto de joven, cuando tenía 16 o 17 años. No es porque sea una película destinada a un público infantil o juvenil. Ni porque piense que la expectación en torno a ella, muy bien tratada por la crítica y abrazada con entusiasmo por los espectadores, sea desproporcionada. Dirigida por Dan Kwan y Daniel Scheinert, la pareja que hay detrás de la película de culto 'Swiss Army Man' (2016), 'Todo a la vez en todas partes' es extraordinaria por muchas razones. Aunque se amolda al tema de moda, los multiversos, y no oculta sus referentes, es un derroche de ideas y originalidad. La acción y la fantasía están en ella a años luz de la vomitona digital de otros productos recientes de entretenimiento. Es una propuesta libre, a ratos imprevisible y sin sentido del ridículo. Su protagonista, una auténtica heroína de acción, está interpretada por una actriz de 60 años: Michelle Yeoh, que está absolutamente increíble. Y sus directores y guionistas consiguen algo tan difícil como evitar que el desbocado dispositivo de su película, caótica, acelerada, excesiva, no bloquee las emociones de su historia. Quizá sea esto último lo más llamativo y conmovedor de 'Todo a la vez en todas partes'.

Sin embargo, al verla no pude evitar sentir que llegaba tarde. Deseé haberla visto cuando ni siquiera se me pasaba por la cabeza la posibilidad de que lo que veía en la pantalla ya lo hubieran hecho otros antes. Todo esto tiene, obviamente, una parte melancólica. Pero el motivo de esta columna no era tanto hablar de esa nostalgia de una mirada menos resabiada como poner en valor las películas que tienen un efecto así sobre nosotros, que en realidad no son tantas. Ese efecto no es habitual porque un porcentaje muy alto de las películas (y las series) de entretenimiento que vemos pertenecen a franquicias muy conocidas y responden a mitologías omnipresentes. ¿Cómo vamos a añorar llegar antes a algo que siempre ha estado ahí? 'Todo a la vez en todas partes' bebe de muchos lugares, incluso está llena de homenajes. Pero las ganas de sorprender, de entretener y de emocionar se imponen a todo eso. Los directores no se conforman con el festín de referencias, guiños y complicidades que sostienen parte importante del entretenimiento contemporáneo. En 'Todo a la vez en todas partes' hay una búsqueda constante del espectador, una necesidad imperiosa de seducirle de maneras inesperadas, de devolverle la fe en lo imprevisible del relato y de las imágenes. Y eso, por desgracia, no es tan habitual. De ahí ese deseo de haberla visto cuando era mucho más joven y todo parecía nuevo.

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