Pros y contras | Artículo de Emma Riverola

La rebelión de los camareros

Oímos los lamentos de los restauradores: no encuentran camareros. Pero ¿y si además de no aceptar condiciones de vergüenza son muchos los que ya no pueden más?

Un camarero sirve una copa de vino a varias mujeres en una imagen de archivo.

Un camarero sirve una copa de vino a varias mujeres en una imagen de archivo. / Alejandro Martínez Vélez - Europa Press

Emma Riverola

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Está claro que no quieren, pero ¿y si no pueden? Oímos los lamentos de los restauradores: no encuentran camareros. No se puede generalizar, por supuesto. Hay negocios en los que nunca falta personal y hay jóvenes que aceptan las largas jornadas. Pero la realidad es que buena parte de los habitantes del tristemente llamado ‘país de los camareros’ solo piensan en huir. Los mayores del sector argumentan que el trabajo es duro y que siempre ha sido así. Una mal disimulada crítica a los jóvenes: son débiles, unos malcriados. La invectiva es inaceptable cuando hablamos de negocios que solo se sostienen a base de la explotación de los trabajadores. Pero ¿y si además de no aceptar condiciones de vergüenza son muchos los que ya no pueden más?

Los problemas de salud mental alcanzan cifras terribles. Es solo la punta del iceberg. Demasiados nos están gritando que algo grave está pasando. La acumulación de crisis y amenazas, por supuesto. Y la degeneración de un modelo económico que solo incrementa la desigualdad, la precariedad y la infelicidad. Antes quizá se aceptaba el sacrificio es pos de una vida mejor, ahora quizá se rechaza por pura supervivencia. ¿Cuánta insatisfacción puede aguantar una sociedad sin quebrarse?

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