Pros y contras | Artículo de Josep Maria Fonalleras

Medidas ambientales y la picaresca de las colillas

Los estanqueros ¿tendrán que contar las colillas a mano? ¿Tendrán una máquina diseñada al efecto? ¿La gente recogerá las propias o habrá brigadas anónimas que las van a cazar para hacer frente a la pobreza?

Una persona recoge una colilla de cigarrillo tirada en el suelo de Barcelona.

Una persona recoge una colilla de cigarrillo tirada en el suelo de Barcelona. / Manu Mitru

Josep Maria Fonalleras

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Una de las medidas que la conselleria de Acció Climàtica tiene en cartera es cargar un incremento de 20 céntimos por cada cigarrillo que se vende con la idea que el fumador los recupere si vuelve al estanco con una bolsita cargada de colillas. Se trata de un problema ambiental de primer orden y ya hay muchas cloacas donde se anuncia con un rótulo clavado en el suelo que “el mar empieza aquí”, con la noble idea de concienciar al ciudadano de que arrojar los restos del cigarrillo por el alcantarillado es como hacerlo desde una barca fondeada en una cala del Mediterráneo. Las cifras son oceánicas: cada año se generan más de 2.700 toneladas de colillas, un 70% de las cuales van a parar al suelo o al agua salada. No estaría mal esta medida, aunque la logística parece complicada. Los estanqueros ¿tendrán que contarlas a mano? ¿Tendrán una máquina diseñada al efecto? ¿La gente recogerá sus propias colillas o habrá brigadas anónimas que las van a cazar para hacer frente a la pobreza? Mi estanquero de cabecera es escéptico, aunque me explica que ya ha entrado en el establecimiento una señora con una bolsa cargada de residuos, dispuesta a recuperar la inversión. La picaresca tiene campo que correr.

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