Artículo de Desirée de Fez

'The Staircase’, la venganza de la ficción

La serie de HBO encierra un interrogante perverso: ¿somos más permisivos con la alteración de la realidad desde el ‘true crime’ que desde la ficción?

'The staircase'

'The staircase' / HBO Max

Desirée de Fez

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Hace unas semanas se estrenó en HBO Max ‘The Staircase’, serie de ficción sobre el mismo caso que recoge el ‘true crime’ homónimo creado en 2004 y dirigido por el documentalista Jean-Xavier de Lestrade. La historia real se remonta a 2001. Kathleen Peterson, esposa del escritor Michael Peterson, aparece muerta en las escaleras de su casa. El marido, que la encuentra y llama a la policía, informa de lo que parece una caída aparatosa. Pero las heridas de la víctima, más propias de una paliza, ponen en duda tanto esa explicación como la inocencia del escritor. El creador de la serie de ficción es el siempre interesante Antonio Campos (‘Simon Killer’, ‘El diablo a todas horas’) y es una propuesta que da muchísimo juego.

A la espera de ver cómo evoluciona, ya hay muchos lugares desde donde abordarla. Personalmente, me interesa su reflexión sobre el poder de la narración para modificar la realidad: la diferencia entre cómo es el mundo y cómo nos lo cuentan, y los mecanismos por los que creemos y validamos un relato y otros no. También me gusta cómo despliega, en una propuesta ‘mainstream’ insólitamente oscura y siniestra, uno de los temas clave en la filmografía de Campos: la maldad como algo inabarcable y prácticamente con vida propia. Y me asombra la absoluta entrega de actores muy conocidos (Colin Firth, Toni Collette o Michael Stuhlbarg) a personajes que representan y/o enfrentan aspectos extremadamente perversos de la condición humana. Sin embargo, lo que me tiene más fascinada de esta versión ficticia de ‘The Staircase’ son dos cosas. Una, la decisión que toma Campos de dedicar un arco de su propuesta al rodaje del documental de De Lestrade. El director francés y su equipo están entre los personajes de la serie y participan de forma activa en la trama. Me parece uno de los juegos entre realidad y ficción más sugerentes de los últimos años.

La otra cosa que me interesa es la polémica que ha despertado esa decisión de Campos y que recoge muy bien Julie Meyer en su artículo para Vanity Fair ‘The Staircase filmmakers feel ‘betrayed’ by HBO Max’s adaptation’. El tema es ese. De forma muy resumida, De Lestrade y otros miembros de su equipo (entre ellos la montadora Sophie Brunet, que tuvo una relación sentimental con Michael Peterson) se han sentido traicionados por cómo aparecen representados en la serie y las insinuaciones sobre su papel en el caso. Como ha sucedido con la serie sobre los Lakers (‘Lakers: Tiempo de ganar’), la ofensa de los retratados se da de bruces con el argumento estrella: es una ficción, no tiene la obligación de ajustarse por completo a la realidad. Obviamente, un argumento discutible cuando las ficciones citan a los personajes con nombres y apellidos. Pero no puedo evitar ver en la decisión y la polémica de esta ‘The Staircase’ un mo-vimiento perverso y divertido. Es como si la ficción, cansada de que el ‘true crime’ le robe sus narrativas, sus estrategias y sus recursos para hacer más dinámicas y atractivas las historias, hubiera decidido vengarse. Es una jugada divertida que, además, encierra un interrogante/paradoja muy perverso: ¿somos hoy más permisivos con la alteración de la realidad desde el ‘true crime’ que desde la ficción?

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