Artículo de Rafael Vilasanjuan

Los prisioneros de Mariúpol

La planta metalúrgica de Azovstal, en Mariúpol.

La planta metalúrgica de Azovstal, en Mariúpol. / VICTOR / XINHUA NEWS / CONTACTOP

Rafael Vilasanjuan

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Si el avance de la guerra se mide en imágenes, las ultimas han otorgado a Putin una victoria indudable en esta guerra que el martes cumple tres meses. La rendición de los soldados de la planta siderúrgica de Mariúpol es una imagen inquietante. En términos militares la rendición no tiene mucho valor, a fin de cuentas, ese grupo del ejército ucraniano no podía atacar abiertamente, ni poner peligro excesivo el cerco y asedio a la ciudad, ya que permanecían agazapados en el interior. Su principal valor está en la retaguardia rusa, de Moscú a Vladivostok, donde las imágenes han circulado a la velocidad de la luz por los engrasados canales de propaganda oficial, porque en la desesperación de los que se entregan, está el mensaje de que los perdedores están al otro lado. 

La pregunta ahora frente a la inquietud de esa imagen es ¿Dónde irán estos soldados? Frente al temor insoportable de la tortura, hay que recordar que las guerras también tienen leyes y los combatientes que se han entregado, ya no son soldados, son prisioneros de guerra. Han entregado sus armas y por lo tanto cualquier acción de represalia pasa a ser un crimen de guerra. Putin ahora mismo tiene un botín. Mas de un millar de defensores de la planta de Azovstal se han rendido.

Mientras dure la guerra pueden ser intercambiados, pero deben tratados con respeto y dignidad. En guerra, hasta el momento de capturarlos la utilización de la violencia es legítima, pero en cuanto se rinden ya no. Si los utilizan o los maltratan el crimen es el mismo que si fuera un civil. Putin lo sabe, pero como sabemos que le gusta jugar con fuego no estaría demás advertir desde las cancillerías que los prisioneros ya no son soldados. Los crímenes de guerra son difíciles de demostrar y en eso se basa la impunidad tras los conflictos, en el caso de los prisioneros de guerra es más fácil. Contados y con nombre, cada una de esas vidas que no sea intercambiada o devuelta a su país cuando acaben las hostilidades, cuenta como un crimen.

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