Ágora de Eloi Badia

Es el momento de la energía solar

Poner un tope al gas o subvencionar la gasolina es alargar artificialmente la agonía de los combustibles fósiles

Placas fotovoltaicas para el autoconsumo en un tejado de Barcelona

Placas fotovoltaicas para el autoconsumo en un tejado de Barcelona

Eloi Badia

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10 de abril de 2021, cuatro de la tarde. En Bruselas la lluvia golpea la fachada de cristal del Berlaymont, en cuyo interior los dirigentes europeos buscan una solución a los exagerados precios de la luz. A 700 kilómetros de allí, una tormenta sobre la cúpula de cristal del Bundestag. Nublado en París, chubascos en Dublín, nieva en Helsinki. Mientras tanto, en la Península ibérica, el sol cae a plomo sobre las ciudades y el precio de la luz se desploma hasta 1 euro el MWh.

Barcelona tiene un compromiso con la descarbonización en 2050. Para conseguirlo, es vital revertir nuestro modelo energético: actualmente la ciudad consume 16 GWh de energía al año, de los cuales solo produce 6,5 GWh. En consecuencia, necesitamos importar energía de fuentes fósiles que extraemos de otros países, mayoritariamente del sur global. Aprovechar el buen clima de la ciudad mediante placas fotovoltacias supone incrementar la energía que produce y reducir, por tanto, la que importamos de Argelia o Nigeria con pésimas consecuencias para el planeta.

En Barcelona tenemos el doble de horas de sol al año que en Berlín. Esto, obviamente, es un hecho que no depende del Ayuntamiento ni del Gobierno autonómico o europeo, pero dejarlo pasar o bien sacar partido de esta circunstancia sí es una decisión política. Con la misma inversión que otros países del centro y norte de Europa, podríamos producir el doble de energía solar. Una energía limpia, de proximidad y barata. Sí, barata, porque las renovables han reducido drásticamente sus costes de fabricación en la última década.

En 2021 las tres principales eléctricas españolas, que suman el 85% del mercado, obtuvieron unos 'beneficios caídos del cielo' de más de 7.000 millones de euros. ¿Y si invirtiéramos ese dinero en cubrir todas y cada una de las cubiertas de Barcelona con placas solares? Conseguiríamos ahorrar el 25% de la factura a la totalidad de la ciudanía en el momento en que más cara está la energía.

El hecho de instalar las placas fotovoltaicas en nuestras cubiertas tiene, además, dos ventajas: no transportamos la energía contaminando ni dependiendo de factores externos, pues la conseguimos de nuestro propio tejado; y no tiene impacto en el paisaje ni el territorio, pues ocupa un espacio que ya estaba intervenido por la acción humana previamente.

Poner un tope al gas o subvencionar la gasolina es alargar artificialmente la agonía de los combustibles fósiles. Es el momento de dejarlos atrás, es el momento de la energía solar. Los precios de la luz son un aliciente, pero nos debe conducir a ello el compromiso con el planeta y la ambición de convertirnos en una ciudad referente y pionera en la transición energética justa. También nos han de mover la responsabilidad con el territorio, en el que tenemos impacto aunque no lo veamos, y con la ciudadanía, que no puede quedarse sola en esta lucha contra el cambio climático.

Por ello, en Barcelona hemos impulsado recientemente dos medidas clave en este ámbito: por un lado, hemos puesto a disposición de las vecinas y vecinos los excedentes de las pérgolas solares públicas, de manera que cualquier familia o negocio pueda conectarse a estas instalaciones y reducir su factura pagando la energía a precio de coste. Por el otro, fomentamos también la instalación de placas solares en las cubiertas particulares trabajando estrechamente con el Gremio de Instaladores y el Colegio de Administradores de Fincas a través del proyecto Moment Solar. El objetivo es que hacer la transición energética sea fácil, rápido y eficiente independientemente de los recursos de cada hogar.

Porque la transición energética, además de urgente, ha de ser justa: o podemos acceder todas y todos, o se quedará en papel mojado bajo la lluvia de medidas cortoplacistas.

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