Tiranía de la minoría
Resulta inadmisible que algunos colectivos perseguidos pretendan imponer su punto de vista como el único legítimo y hacer creer que cualquier discrepancia promueve la fobia, amenaza su identidad, limita sus derechos o llegue a constituir un delito de odio
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Astrid Barrio
En la historia de la humanidad siempre ha habido colectivos o minorías que han sido perseguidos o han visto sus derechos amenazados o negados: mujeres, minorías religiosas, culturales o étnicas, o colectivos con rasgos particulares, como puede ser la tendencia sexual o la identidad de género. Sin embargo, los sistemas democráticos se han caracterizado por una progresiva extensión de los derechos y por la protección de las minorías, por lo que desde un punto de vista formal no se puede considerar, al menos en España, que exista discriminación alguna y aunque en la práctica pueden persistir problemas estructurales que dificultan el disfrute de la igualdad, hay instrumentos que garantizan su defensa y su protección.
Por ello resulta inadmisible que algunos de estos colectivos pretendan imponer su punto de vista como el único legítimo y hacer creer que cualquier discrepancia con el mismo promueve la fobia, amenaza su identidad, limita sus derechos o llegue a constituir un delito de odio. Estos son argumentos que utiliza el movimiento trans para combatir a cualquiera que ose poner en duda sus planteamientos, en particular respecto a la disforia de género. Multitud de personas, en particular feministas, han sido acosadas en las redes por parte de activistas trans por plantear dudas acerca de los efectos de hormonar o mutilar a adolescentes o por la situación de desventaja en que vuelven a quedar las mujeres frente a hombres que realizan cambios de sexo, en el ámbito del deporte, por ejemplo. Ayer, en Barcelona, algunos de esos activistas trataron de impedir la presentación del libro ‘Nadie nace en un cuerpo equivocado’, de los profesores José Errasti y Marino Pérez Álvarez, que defienden la existencia del sexo biológico y alertan de los potenciales peligros del activismo trans. Pero el hecho de que este colectivo haya sido perseguido no le hablita a negar el derecho a expresarse a quienes no piensan como él porque, al fin y al cabo, respetar sus derechos no implica ni que se tengan que compartir sus planteamientos ni que tengan que gustar. Eso es la libertad.
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