Junts y el catalán: por un puñado de tuits
La guerra sin cuartel que propugna el independentismo ‘nítido’ impide cualquier acuerdo razonable. Ni en una cuestión como la defensa de la lengua fueron capaces de poner por delante los intereses de país a los del partido del ruido
Con el 'expresident' Quim Torra a la cabeza -más los bravucones del Twitter con sus fatuas y su virulencia- un puñado de tuits fueron suficientes para que se tambalease de inmediato el arduo consenso lingüístico tejido en la sombra por Irene Rigau, 'consellera' de Educació con Mas. En un santiamén, la misma Borràs -que había ungido el acuerdo- bendecía los aspavientos, siempre presta a gustar.
El problema no es tanto de fiabilidad, ni de compromiso con la palabra dada. Que también, aunque por contraste sean tan mansos en la Diputación de Barcelona. O en los entes comarcales metropolitanos. Igual es que el PSC de Illa les tiene tomada la medida. Tal vez por eso hay voces -a ambos lados- que especulan con la sociovergencia al más alto nivel.
La docilidad y pragmatismo de los acuerdos entre socialistas y Junts contrasta con las constantes turbulencias parlamentarias que azotan al Govern de Pere Aragonès. Claro está que en ese Parlament, el látigo contra el Govern lo maneja ni más ni menos que su presidenta.
Ahí reside el nudo gordiano de la cuestión. La guerra interna, sin cuartel, que propugna el independentismo ‘nítido’ impide cualquier acuerdo razonable. Ni en una cuestión como la defensa de la lengua fueron capaces de poner por delante los intereses de país a los del partido del ruido. Poco les importó un consenso, sensato e inteligente, que driblaba la intromisión judicial.
Al final, esa pulsión corrosiva se impone siempre, empujando al independentismo al córner, envenenándolo, convirtiéndolo en antipático a ojos de muchos compatriotas. Raro es que el Sí a la independencia aún aguante en una proporción tan considerable.
Abrazar el catalán, a codazos, hasta estrangularlo, ese parece el santo y seña de ese independentismo que hace el juego a la peor derecha y que camina en dirección contraria a todos los ejemplos coetáneos. Desde Escocia (por su civismo, el ejemplo más parecido a Catalunya) a Euskadi pasando por Irlanda. Hasta que no perdieron fuelle los irredentos, no salieron del atolladero. No solo se trata de ganar mayor apoyo social si no de generar menor rechazo.
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