La hoguera de Juan Soto Ivars

Barcelona 2022: asaltar una librería

Cuando algo tan vergonzoso como impedir la presentación de un libro, en este caso sobre el debate trans, se convierte en un motivo del que alardear públicamente, ¿qué se puede decir?

Protesta ante la Casa del Libro por la presentación del libro 'Nadie nace en un cuerpo equivocado'

Protesta ante la Casa del Libro por la presentación del libro 'Nadie nace en un cuerpo equivocado'

Juan Soto Ivars

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José Errasti y Marino Pérez, autores del libro 'Nadie nace en un cuerpo equivocado', pueden y deben ser discutidos. Su provocación es evidente desde el título, decididamente categórico. Entran al debate de lo trans, es decir, de la explosión de casos de disforia en adolescentes, y de las leyes trans, y de la propaganda, blandiendo el hacha entre los dientes. Pero su provocación no parece una mala forma de abrir un debate imposible, tal como están las cosas. 

Ambos son profesores universitarios. Ambos saben que las dudas se abren por la herida, o no se abren; que las mentes agitadas piensan mejor y encuentran más ágiles sus propios argumentos. Saben que la amenaza directa y frontal al dogma es un buen comienzo; que no es posible pensar en un espacio seguro; que el matiz, en todo caso, ha de brotar de la discusión fecunda, y no del pavor a discutir.

¿Hay pavor a discutir? Yo digo que sí. Discutir implica la generosidad de ofrecerle al que no piensa como tú la oportunidad de demostrarte que no piensa así porque te odia, que no es mala persona. En el debate de lo trans cuesta encontrar este grado de desprendimiento. Uno tropieza con auténticas hidras en los dos lados. Es abrumador. Yo he visto a feministas llamar "tío" a una escritora tan interesante y articulada como Elizabeth Duval, y he visto a activistas trans demonizando en masa a feministas con las que no se atreven a sostener una discusión, como Amelia Valcárcel.

La presentación del libro de Errasti y Pérez en Barcelona ha sido una constatación de lo que estoy diciendo. Hubo una algarada alucinante frente a la puerta de la Casa del Libro de la Rambla de Catalunya. Allí dentro, más de cien personas, sospecho que convencidas de antemano, lo cual es un fracaso. Antes de llegar a Barcelona, los autores bebieron algunas cucharadas de cancelación. En Palma de Mallorca, la universidad donde iban a discutir su libro abortó el acto por el miedo del rector a las protestas de los estudiantes. Pero fue en Barcelona donde las cosas se fueron de madre.

En la calle, ante la librería, los activistas chillaban. Los autores y los asistentes estaban dentro, hablando del libro, pero cuando llevaban cincuenta minutos un agente de los Mossos se metió para adentro, pidió permiso y dijo: "Oigan, que están amenazando con quemar la librería con ustedes dentro". Y claro, aquí ya hubo que parar. “Nos disculparán, pero…” 

El público empezó a desalojar la sala en grupos, y la muchachada vociferante los recibía en la calle con insultos y lanzamiento de pequeños objetos. Después, la Casa del Libro bajó la persiana. Los autores se quedaron dentro. Allí estuvieron esperando más de cuarenta minutos hasta que estuvieron seguros de que podrían salir sin que alguien los colgara de una farola. Esto pasó este lunes, un lunes de mayo, en 2022, en Barcelona. No en Irán, no en Corea. 

Pasiones identitarias

Del texto de Errasti y Pérez estoy de acuerdo con una parte y en desacuerdo con otra, pero es la parte que no comparto la que más me interesa, porque me incomoda. El deseo de trascender el propio cuerpo ha llevado a los seres humanos desde el inicio de los tiempos a creer en la reencarnación, en el paraíso o en los milagros de la cirugía estética. Detrás creo ver a la vieja araña, el miedo a la muerte. El cuerpo siempre es un traidor, o al menos siempre lo acaba siendo.

Pero qué demonios. A quién le importa esto. Hablamos, como en asunto catalán, de pasiones identitarias. Tal vez el error de Errasti y Pérez sea haber creído que la identidad es algo que se presta a discutir. Crida LGTBI, una “organització per l'alliberament afectiu, sexual i de gènere”, según su propia cuenta de Twitter, y subrayad las palabras “alliberament afectiu”, presumía de la hazaña de cancelar la presentación publicando una foto triste, la librería cerrada y rodeada de policías. “Hem aconseguit que tanqui. A banda de promoure presentacions de llibres transfobs, llibreries com aquesta destrueixen el petit comerç. Compra sempre a llibreries de barri!” Todavía se creerán progresistas. 

Cuando algo tan vergonzoso como impedir la presentación de un libro se convierte en un motivo del que alardear públicamente, ¿qué se puede decir?

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