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El caso de José Luis Losa: suicidio, mitos y romantización

Alba Carrillo y José Luis Losa en la final de 'Supervivientes 2017'

Alba Carrillo y José Luis Losa en la final de 'Supervivientes 2017' / Instagram

Lucía Etxebarria

Lucía Etxebarria

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Media España conocía a José Luis Losa tras su paso por 'Master Chef' y su victoria posterior en 'Supervivientes'. Hace unas semanas, Losa se enfrentaba a un duro golpe cuando Inma, su mujer, falleció tras un infarto repentino e inesperado. Poco después José Luis Losa se suicidó. Y el mismo día de su funeral un programa sensacionalista dedicó un especial a su fallecimiento: Un directo que mostraba a los padres destrozados y que para muchos no fue sino un intento de la cadena de sacar rédito del dolor de una familia para ganar audiencia. Algunos incluso los han acusado de querer romantizar un suicidio.

Pero el peor titular sobre la muerte de Jose Luis Losa lo dio una revista: “La causa de la muerte de José Luis Losa: se le rompió el corazón”.

Eso no es periodismo del corazón, es terrorismo del corazón.

No romanticemos el suicidio

La causa de la muerte de José Luis Losa no fue que se le rompió el corazón. En España, en el año 2022, en España, están censados casi tres millones de viudos y viudas (2,917 millones) y ninguno de ellos ha intentado quitarse la vida porque su cónyuge ha muerto. Todos han pasado por un luto y lo han superado.

No sabemos si, además del fallecimiento de su esposa, José Luis estaba pasando por otros problemas, dado que no conocemos su vida privada. No sabemos si arrastraba otros problemas desde hacía tiempo. Nada sabemos de su historia de vida o de su salud mental. Eso lo sabrá el psiquiatra o el psicólogo que le trataban. Pero un suicidio nunca es una prueba de amor.

La mujer de José Luis, que le amaba, no habría deseado que él fuese tras ella. Habría deseado que él se mostrara fuerte y que no dejara huérfanos a sus dos hijos siendo tan jóvenes. Habría deseado que él viviera para conocer a sus nietos. El luto es una experiencia muy dura para cualquiera. Pero en la gran mayoría de los casos no implica un suicidio. Nadie se quita la vida por amor. La gran mayoría lo hacen por una distorsión cognitiva que , en muchas ocasiones, deriva de una depresión. Por eso, romantizar el suicidio es romantizar la depresión. Y no hay nada bonito en una depresión. Ni mucho menos romántico. Además , romantizar el suicidio implica legitimar el chantaje sentimental. Si una persona te dice que si le dejas se va a suicidar si le dejas, no está enamorado ni enamorada de ti. Te está haciendo chantaje sentimental. Una persona que te ama desea tu felicidad y respeta tus decisiones. No romanticemos la palabra suicidio.

El suicidio afecta a todo tipo de personas.

Desafortunadamente, nuestra sociedad a menudo pinta el suicidio como si fuera un intento de suicidio fuera una sentencia de prisión, una situación permanente que marca a un individuo. También lo estigmatiza, de forma que las personas que intentan suicidarse a menudo lo ocultan, porque un intento de suicidio conlleva la etiqueta de enfermo mental y esa etiqueta puede suponer muchos problemas, desde la pérdida de un empleo a la de la custodia de tus hijos, pasando porque no te quieran alquilar un piso ( como le pasó a María Manonelles, autora del cómic “Duermo mucho”, a la que su casera vetó cuando descubrió que ese comic autobiográfico narraba un ingreso en un psiquiátrico) .

Sin embargo, la ideación suicida no es una marca o una etiqueta, sino una señal de que un individuo está sufriendo profundamente y necesita ayuda profesional. Y los mitos, estigmas, romantizaciones y falsedades sobre el suicidio pueden impedir que las personas obtengan la ayuda que necesitan para mejorar.

Es de vital importancia desacreditar los mitos asociados con el suicidio. Aclarar dichas falsedades puede ayudarnos a todos a tomar conciencia de la importancia de ayudar a otros a buscar tratamiento y a abordar sus desafíos de salud mental.

Estos son algunos de los mitos más comunes sobre el suicidio.

Mito: El suicidio solo afecta a personas con una condición de salud mental.

Realidad: Muchas personas con enfermedades mentales experimentan pensamientos suicidas intrusivos (lo que conocemos como “ideación suicida”) y no todas las personas que intentan o consuman un suicidio padecen una enfermedad mental. Haber sufrido una relación de maltrato y abuso (tanto físico como psicológico), haber sufrido acoso o persecución, haber sido desahuciado, sufrir una enfermedad o dolor crónico, ser superviviente de abuso sexual, o de una experiencia traumática como un atentado terrorista, un accidente en el que hayas visto morir a personas queridas, haber sido soldado en la guerra… En fin, existen millones de razones que pueden llevar a una persona mentalmente sana a plantearse el suicidio. Aproximadamente el 54% de las personas que han muerto por suicidio no tenían un trastorno de salud mental diagnosticable.

Mito: La persona que intenta suicidarse, siempre será un suicida en potencia.

Realidad: En personas sin enfermedad mental previa, la ideación suicida activa suele ser a corto plazo y específica de la situación. En personas con enfermedad mental, el tratamiento adecuado puede ayudar a reducir los síntomas, incluso a eliminarlos.

El acto de suicidio es a menudo un intento de controlar emociones y pensamientos profundos y dolorosos que experimenta una persona. La persona que contempla el suicidio, en estos casos, no desea en realidad morir, sino acabar con el dolor. Si le aseguraran que el dolor desaparecería, no desearía morir. Con un tratamiento adecuado, una vez que se controlen las distorsiones cognitivas (es decir: las malinterpretaciones erróneas que todos podemos sufrir a la hora de procesar la información), también lo hará la ideación suicida. Si bien los pensamientos suicidas pueden regresar, no suelen hacerlo de forma permanente.

Muchas personas que han intentado suicidarse viven después una vida larga y feliz. En algunas ocasiones, paradójicamente, ha sido el intento de suicidio el que les ha abierto las puertas a la felicidad, puesto que hasta que no hubo ese intento, nadie les aconsejó recurrir a un profesional.

Mito: La mayoría de los suicidios ocurren repentinamente sin previo aviso.

Realidad: Las señales de advertencia, sean verbales o conductuales, preceden a la mayoría de los suicidios. Las conductuales incluyen, entre muchas otras, mostrar cambios de humor extremos; alejarse de los amigos o familiares, o, al contrario, contactar con amigos o familiares a con los que se había perdido contacto (para despedirse, aunque el amigo no lo sabe); regalar prendas, joyas, libros de gran valor económico o personal; redactar testamento; incurrir en conductas de riesgo como consumir drogas o conducir peligrosamente, o abusar del alcohol… Por lo tanto, es importante aprender y comprender las señales de advertencia asociadas con el suicidio. En muchos casos, las personas con tendencias suicidas solo muestran señales de advertencia a sus más queridos, que muchas veces no son sus familiares. Y a veces esos seres queridos no son capaces de ver las advertencias. Por ejemplo: si tu compañero o tu mejor amigo también se droga, no verá que tu abuso del alcohol o de los porros es una señal. Por eso a veces parece que el suicidio fue repentino o sin previo aviso. Pero, créame, suele haber señales.

Mito: Los suicidas son cobardes y/o egoístas

Realidad: Por lo general, las personas se suicidan porque quieren terminar con su sufrimiento, porque no ven salida. Porque sufren tan profundamente que se sienten impotentes y sin esperanza. Las personas que experimentan ideas suicidas no lo hacen por elección. No están simplemente pensando en sí mismos, sino que están experimentando una distorsión cognitiva derivada de a una enfermedad mental o de su situación de vida. No es que no sean valientes o no hayan pensado en los demás. A veces su distorsión les lleva a pensar que los demás estarían mejor sin ellos.

Mito: Hablar sobre el suicidio fomentará el suicidio.

Realidad: Existe un estigma generalizado asociado con el suicidio y, como resultado, muchas personas tienen miedo de hablar abiertamente sobre el tema. Es lo que se llama el “efecto Werther”: la idea de que hablar sobre el suicidio alienta el suicidio. Pero hablar sobre el suicidio no solo reduce el estigma, sino que también permite que las personas busquen ayuda, reconsideren sus opciones y compartan su historia con los demás. Es lo que se llama el “efecto Papageno”: el cambio de opinión de un potencial suicida, que se logra gracias a un correcto mensaje que alienta e informa bien a la persona. Hay que hablar de suicidio, como estoy haciendo en el artículo, para transmitir la idea de que el viejo refrán de que “todo tiene solución menos la muerte” en general tiene razón, y que por eso precisamente la muerte no es la solución

Mito: No hay que hablar de suicidio con una persona deprimida o triste.

Realidad: Todo lo contrario. De hecho, en las entrevistas diagnósticas a personas que sufren ansiedad y/o depresión, siempre se incluye la pregunta sobre ideación suicida. Es esencial preguntarle si ha pensado en suicidarse. Quizá usted tenga miedo de plantear el tema del suicidio a una persona vulnerable, por temor a que la sola mención del tema le pueda dar ideas. Pero ofrecerla a una persona deprimida la oportunidad de compartir sus pensamientos más oscuros es ofrecerle alivio y apoyo. Pero siempre sin juzgar, solo escuchando. Nada de decir “estás loco, o loca” o “con todo lo que tú tienes, cómo se te ocurre penar algo así” o “no seas egoísta y piensa en tus seres queridos”. No juzgue nunca, limítese a escuchar y a comprender. Dígale cosas como “comprendo lo que sientes, me pongo en tu lugar, sé que es fácil pensar en ese tipo de salida, pero también podemos buscar otras salidas juntos” y ofrézcale, gradualmente, la oportunidad de pensar en voz alta y procesar lo que están pasando. Una vez que esa persona se sienta escuchada, puede sugerirle que busque ayuda.

Mito: Las personas que quieren morir siempre encuentran la manera.

Realidad: Existe la idea errónea de que una persona suicida encontrará la manera de quitarse la vida, pase lo que pase. Esto alimenta la peligrosa noción de que es inútil intentar ayudar a una persona deprimida. En la gran mayoría de los casos – no en todos- las personas con ideaciones suicidas son ambivalentes. No están seguras sobre el suicidio, están divididas entre el deseo de vivir y el deseo de morir porque, como ya he dicho, no desean la muerte, sino el fin de su dolor.

Si sospecha que un ser querido está considerando quitarse la vida, sea proactivo e intente convencerle de que busque la ayuda profesional que necesita, e intente fortalecer su deseo de vivir, que probablemente también está ahí.

Mito: Cuando alguien se recupera después de tocar fondo, su riesgo de suicidio disminuye.

Realidad: Es una de las ironías más crueles del suicidio: alguien toca fondo, pero luego, tal vez con la ayuda del tratamiento, su estado de ánimo mejora lo suficiente como para que sus seres queridos piensen que ya está fuera de peligro. Es lo que sucedió en el caso de Losa: se suicidó tras que el psiquiatra le diera el alta. Y no, no es que el psiquiatra no fuera un buen profesional, sino que, a menudo, se necesita mucha energía para intentar suicidarse, y cuando una persona deprimida se encuentra en las primeras etapas de recuperación, paradójicamente, es cuanto mayor riesgo de suicidio corre, porque recupera dicha energía. Los profesionales saben que las personas que han sido internadas por depresión corren el mayor riesgo de intentar suicidarse cuando salen del hospital por primera vez. Por lo tanto, es importante asegurarse de que una persona siga recibiendo apoyo emocional continuo tras recibir el alta. ¿No está seguro de si su ser querido cuenta con el apoyo necesario? Nunca está de más preguntar.

Mito: Las líneas de suicidio funcionan

Realidad: Sí y no. Los teléfonos de ayuda al suicidio pueden ser muy efectivos, y no me cabe duda de que gracias a una llamada al teléfono de la esperanza muchas personas han abortado un intento de suicidio. Pero es como poner una tirita sobre un corte profundo. A corto plazo, puede ayudar a detener una hemorragia y a frenar una infección, pero hacen falta puntos. Una llamada no es suficiente, hace falta ayuda profesional.

Si usted sospecha que un ser querido está pensando en suicidarse, plantéese si hace falta que vayan juntos a urgencias. Si no, no le deje solo, y asegure de que contacta con un psicólogo clínico o un psiquiatra. Repito. Psicólogo clínico, no un simple terapeuta. Insisto en el adjetivo “clínico”, asegúrese usted de ello.

Si la cita con el profesional se retrasa, recuerde usted que hay líneas directas de suicidio, grupos de apoyo de salud mental, recursos comunitarios en línea… Muchos grupos y asociaciones de apoyo ofrecen sus recursos en internet. O en su centro de salud mental pueden informarle.

Hablemos más sobre el suicidio

A menudo, cuando escuchamos sobre el suicidio, es en relación con alguien que realmente se quitó la vida, como nos ha sucedido en el caso de Verónica Forqué o de José Luis Losa. Desgraciadamente, los casos que reciben más atención mediática son aquellos que acabaron en desastre. Y por eso no tenemos en cuenta las muchas personas que pudieron hablar con alguien, las muchas personas a las que se les indicó que buscaran ayuda, las muchas personas que recibieron atención profesional, las muchas personas que NO se quitaron la vida.

Pese a que nuestro sistema público de salud mental deja mucho que desear existen enormes oportunidades para intervenir y evitar que las personas vulnerables hagan lo impensable. Si bien esas oportunidades precisan siempre y en última instancia del trabajo de profesionales de la salud mental, a menudo comienzan con familiares y amigos. Iniciar una conversación abierta y sincera con una persona deprimida puede ser un salvavidas, y también puede suponer el primer paso para que esa persona busque ayuda.

Como sociedad, no debemos tener miedo de hablar sobre el suicidio o sobre enfermedades mentales. Y desde luego, no debemos romantizar nunca el suicidio ni hablar de suicidio por amor. La eliminación del estigma comienza por comprender por qué tantas personas piensan en el suicidio. Con suerte, el simple hecho de desacreditar estos mitos sobre el suicidio puede permitir que todos y todas consideremos el suicidio desde un ángulo diferente, uno de comprensi

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