La campaña militar (30) | Análisis de Jesús A. Núñez Villaverde

Análisis de la campaña militar | Ucrania presionada por sus aliados

Las tropas ucranianas ha respondido tan destacadamente en el campo de batalla que no solo no parecen a punto de la rendición, sino que aspiran a la victoria total

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski. / PRESIDENCIA DE UCRANIA

Jesús A. Núñez Villaverde

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El sueño ucraniano que lidera Volodímir Zelenski es ver todo su territorio libre de tropas rusas. Eso incluye no solo el Donbás, donde actualmente se está desarrollando una ofensiva rusa que avanza muy lentamente, sino también la península de Crimea, en manos rusas desde 2014. Con ese objetivo en mente y un extraordinario nivel de resistencia, Kiev está empeñando toda su capacidad militar -con un rendimiento muy superior al previsto inicialmente- y política -convenciendo a muchos gobiernos occidentales de que le suministren armas para defenderse y de que sancionen a Moscú por su violación del derecho internacional. Como resultado de todo ello, Rusia está cada día más lejos de lograr sus objetivos, lo cual debería ser visto como una buena noticia, y Ucrania muestra una voluntad de vencer que le lleva a pensar incluso en pasar de la defensa al ataque, hasta expulsar a sus invasores de todos los rincones de su territorio. Y, paradójicamente, parece que ahí reside ahora mismo el problema.

El canciller alemán, Olaf Scholz, se pronuncia a favor de un inmediato cese de hostilidades. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, apunta a la necesidad de ofrecer algunas concesiones (territoriales) a Moscú, que le sirvan a Vladimir Putin para declarar la victoria y encontrar así una vía de salida al desastre en el que se ha metido. Dos ejemplos meridianos de la política de apaciguamiento que, en buena medida, ambos países han seguido con Rusia durante décadas, y que tan pocos resultados positivos ha dado.

Es cierto que un inmediato alto el fuego supondría probablemente ahorrar miles de vidas, dado que evitaría la prolongación de un conflicto en el que ninguno de los actores combatientes se encuentra hoy en condiciones de lograr una victoria definitiva que rinda sin más a su oponente. Por eso, si se sitúa la defensa de la vida humana por encima de cualquier otra consideración, no cabe duda alguna sobre la imperiosa necesidad de detener la violencia en Ucrania. También lo es que dejar alguna salida a Putin puede servir para evitar su empecinamiento en el error y para alejar la posibilidad de que opte por una escalada que pueda contemplar incluso el empleo de armas nucleares y, en consecuencia, una guerra mundial.

Pero todo apunta a que, visto desde la perspectiva de Zelenski y los suyos, el panorama es muy distinto. Por un lado, pueden calcular que detener ahora los combates y poner en marcha una negociación directa con Moscú supondría aceptar que Ucrania nunca volverá a recuperar el territorio perdido en combate; precisamente, cuando se ven capacitados para, como ocurre en los alrededores de Járkov, hacer retroceder 'manu militari' hasta la frontera común a sus enemigos. Por otro, bastaría con devolver la pelota a Macron y preguntarle qué regiones francesas estaría dispuesto a ceder a Rusia con tal de contentar a Putin.

Llegados a este punto, en el que ambos contendientes siguen creyendo que pueden mejorar sus posiciones por la vía de las armas, parecería que se ha llegado a una situación chocante. Ucrania ha respondido tan destacadamente en el campo de batalla que no solo no parece a punto de la rendición, sino que aspira a la victoria total. Y eso, frente a una Rusia que ni parece dispuesta a renunciar a su presa ni tiene la victoria a su alcance, se ha convertido en un problema político.

Mientras seguimos sumando dilemas de muy difícil resolución, ¿podemos dejar al menos que sean los propios ucranianos quienes decidan hasta dónde quieren llegar?

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