Artículo de Andrea Pelayo

La Barcelona monocultivada

Las calles monotemáticas son lo nuestro, aunque resultan cada vez más asfixiantes, y más si para colmo te cuesta encontrar tiendas básicas como panaderías o pescaderías

Un hombre compra en una frutería.

Un hombre compra en una frutería. / EPE

Andrea Pelayo

Andrea Pelayo

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Verdum ha estrenado recientemente Hostelle, un albergue para mujeres viajeras, y los vecinos parecen contentos con las posibilidades de dinamizar el comercio local gracias al turismo. “Al menos es un negocio diferente, no otra frutería”, resume Montse con sorna. La frase me impacta porque me toca de cerca. ¿Es que Nou Barris también vive el 'boom' de fruterías, eminentemente 'lowcost', que también se hace notar en el Raval? 

No sé si atesora algún récord, pero en los escasos 400 metros entre Rambla del Raval y Comte d’Urgell transitando por la calle de Hospital hay ocho fruterías, la última de ellas abierta en el último trimestre. Todas, a dos pasos del Mercat de Sant Antoni. Desde que cerró hace un mes por jubilación, vivo con miedo a pasar cualquier día y que la histórica bombonería Fàbrega, un negocio familiar de los que apenas quedan en el barrio, se haya convertido en la novena frutería del tramo, en la nueva manzana de la discordia frutera.  

En el Raval estamos acostumbrados al monocultivo comercial. Si aun llamáramos a las calles en función de los oficios que acogen, la calle Hospital se llamaría el 'carrer dels Fruiters'; Sant Pau y su treintena de tiendas de telefonía, el 'carrer dels Mòbils'; y la Rambla del Raval sería, seguro, la Rambla del Kebab por su decena de bares de comida de este tipo. Por lo visto, las calles monotemáticas son lo nuestro, aunque resultan cada vez más asfixiantes, y más si para colmo te cuesta encontrar tiendas básicas como panaderías o pescaderías. 

Viviendo en el Raval, muchos optan por hacer todas sus compras en Sant Antoni. Supongo que, con la multitud de planes para que los barceloneses vayan a comprar a los barrios vecinos, a alguien le parecerá un éxito. Yo ya me he acostumbrado, pero nadie me convencerá de que es práctico. Comercio de proximidad debería ser otra cosa. Por ejemplo, que tu barrio tenga todo lo que necesitas y no decenas de negocios calcados unos de otros sin ningún valor añadido, más allá de sus horarios extensivos.

Suscríbete para seguir leyendo