Artículo de Jordi Alberich

Los tontos y el recibo de la luz

En la polémica sobre el precio de la luz emerge el sinsentido de traspasar al ciudadano la responsabilidad para acertar en la elección de la fórmula de pago de la electricidad

Contadores de luz de un edificio.

Contadores de luz de un edificio. / Víctor Echave

Jordi Alberich

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Hace pocos días, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, calificaba de tontos a los diez millones de ciudadanos acogidos a la tarifa regulada. Un comentario extemporáneo en cualquier caso pero, especialmente, si resulta que entre esos millones de personas, se encuentran muchas a las que les cuesta llegar a fin de mes. Y que, desde hace ya tiempo, para pagar el recibo de la luz deben renunciar a otras necesidades. Pero, además, la cuestión va mucho más allá de un exabrupto recibido con sonrisas por los asistentes.

Tras todo ello emerge el sinsentido de traspasar al ciudadano la responsabilidad para acertar en la elección de la fórmula de pago de la electricidad. La regulación y la propia factura son de una enorme complejidad, sujeta a factores que van mucho más allá de lo que se le puede exigir a un abonado. Lo que espera el ciudadano, entre los que me incluyo, es algo tan sencillo como pagar por la luz confiando que un servicio público tan esencial sea suministrado en las mejores condiciones posibles, sin tener que entrar a leer, e interpretar, la letra pequeña de las ofertas de una u otra empresa eléctrica o de las diversas opciones de una misma compañía. Además, la tarifa se halla sujeta a la evolución de variables totalmente impredecibles, como la guerra de Ucrania o cualquier conflicto que pueda darse en los países productores, todos ellos a miles de kilómetros.

Se dirá que el comentario fue una salida de tono sin más y que el personaje ya se disculpó, pero creo que estamos ante lo que se viene a denominar un lapsus freudiano, aquel que desvela los verdaderos pensamientos de una persona. Una manera de pensar aplicable a todo un colectivo de directivos que perciben sueldos millonarios y creen que pueden cobrar cientos de veces lo que un empleado medio, porque tienen talento y mérito. El que nos falta a quienes no sabemos discernir la mejor tarifa. Y les sobra a los beneficiados de un montaje que, de no reconducir, quien sabe cómo acabará.

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