APUNTE

Cuando el 'título' de Xavi no vale un pimiento

Xavi Hernández celebra el gol de Jordi Alba con los jugadores en el Benito Villamarín

Xavi Hernández celebra el gol de Jordi Alba con los jugadores en el Benito Villamarín / EFE/José Manuel Vidal

Emilio Pérez de Rozas

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En un momento en que los grandes gurús del “solo hay una manera de jugar a fútbol y cuando el Barça se ha alejado de ella, de su ADN, de su estilo, del tiki-taka, del juego posicional, de la presión más pérdida, del bloque alto, de, de, de…jamás ha ganado nada”, están tristes y desolados porque resulta que, de pronto, los números que ofrece Xavi Hernández desde su llegada son casi de título (le ha restado 14 puntos al Sevilla, 11 al Atlético, 15 al Betis y 27 a la Real Sociedad), “pero no jugamos a nada, nos hemos alejado del estilo, así que para vosotros los resultados y los puntos…”, es el momento de gritar bien alto que el día que el Barça, con o sin Xavi, conquiste el título de Liga con el estilo que le de la gana, yo saldré a Canaletas (¿ya nadie va a Canaletas, verdad?) a celebrarlo y me importará un pimiento no ver a los puristas por allí, que estarán escondidos bajo sus almohadas.

Palabra de capitán

Me encanta ese no jugar a nada del Real Madrid. Bueno, no es que me encante, me da mucha rabia sí, que el Real Madrid haya inventado una manera, no de ganar la Liga sino de llegar a la final de la Champions, sin jugar a nada. Manolo Sanchis, un grande blanco, lo explicó muy bien la otra noche en el programa local que hace mi amigo José Joaquín Brotons (‘La hora de Broti’) en Asturias: “Yo tampoco le encuentro explicación y no sé responder a la pregunta del millón de euros. Lo que más entiendo es que esa manera de ganar, ese subidón, ese creer, ese pelear hasta el minuto 154, está pegado a la camiseta del Madrid, al escudo. Y, por descontado, se transmite de veteranos a jóvenes nada más pisas el vestuario del Bernabéu”.

El grito de Camacho

Cuando Pep Guardiola lideraba al mejor Barça de todos los tiempos, de vez en cuando, a las 08.10 de la mañana, me regalaba 12 minutos en el vado del parking de la Ciudad Deportiva. Fueron, lo juro, los minutos más deliciosos de mi vida. Fue ahí donde (y eso lo he contado más de una vez, lo siento) donde Pep me enseñó que él prefería que los culés le diesen las gracias a que le felicitasen. “Cuando te dan las gracias es porque lo que has hecho, les ha supuesto una recompensa increíble, un goce enorme. La felicitación es, simplemente, eso, una felicitación; darte las gracias es porque lo que has provocado es mucho más que una victoria, es sentirse orgullosos de los suyos”.

El Real Madrid tiene una manera única, original, inventada, de provocar las gracias en su hinchada a base de agarrarse al clavo ardiendo. “Cuando en 1984, el Anderlecht nos dio un señor baño en la Copa de Europa, en Bruselas (3-0)”, explicó Sanchís, “entramos en el vestuario destrozados. De pronto, se oyeron unos gritos ensordecedores. Yo jamás, ¡nunca!, había oído gritar tanto a nadie. Era Camacho, que venía afónico por el pasillo y entró en el vestuario gritando ‘¡los vamos a destrozar! ¡les vamos a ganar! ¡somos mil veces mejores que ellos! ¡se van a enterar!’ Y así estuvo, lo juro, los 14 días previos al partido de vuelta. ¡Cada día se oí su voz en el vestuario! Saltamos al Bernabéu y yo metí el primer gol, a los 3 minutos, de aquel 6-1 increíble. Ya lo he dicho todo”.

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