Artículo de Carles Sans

Entre pijos y progres anda el juego

Ante las elecciones municipales, los cansados de tanta progresía tendrán que inventarse a un pijo que defienda una Barcelona distinta, y los progres tendrán que insistir en que su 'sostenibilidad' en el Ayuntamiento sigue siendo buena para la ciudad

Ada Colau, en el pleno del Ajuntament de Barcelona

Ada Colau, en el pleno del Ajuntament de Barcelona / JOAN CORTADELLAS

Carles Sans

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Por lo general a un pijo no le molesta que le llamen pijo, al igual que a un progre no le molesta que se le llame así. Tal vez porque en el fondo ambos sienten un orgullo de pertenencia a esa condición. En todas las ciudades, como en Barcelona, existe una colección de grupos etiquetados según su modo de vida, su pertenencia de clase, su ideología y sus costumbres. Entre un progre y un pijo hay una variedad de etiquetas que se entremezclan las unas con las otras y que son el resultado de la necesidad que tenemos socialmente de encuadrarnos en una comunidad. Los punk, los perroflautas serían otros que engrosarían la lista que define e identifica antropológicamente a grupos claramente definidos más en el ámbito urbano que en el rural.

A un año de las elecciones municipales de Barcelona se empieza a hablar de la alcaldía, gobernada desde hace 7 años por la candidatura progre de Ada Colau. No sé si me precipito al llamarla así, pero yo creo que cumple con los arquetipos del grupo y cuya denominación proviene de los últimos años del franquismo y de los primeros de la transición. ¿Recuerdan? Los progres solían pertenecer a familias de clase media o media-alta, con inquietudes intelectuales y eran defensores de la clase obrera. Ahora, con los años, la ideología ha ido modificándose y aquella renuncia al matrimonio y al sistema que tanto les caracterizaba ha ido desapareciendo, al igual que el sexo libre, que, en aquellos tiempos, a más de uno le dio un buen disgusto con su pareja. 

Si miramos al otro frente nos encontramos con los pijos, que siguen siendo muy parecidos a los de aquellos días posfranquistas, y que se les asocia como gente que gasta su dinero frívolamente, que viste de manera muy determinada y se expresa de forma fácilmente parodiable. Los pijos suelen ser de derechas, si obviamos el nuevo grupo inventado por algunos conservadores y descrito despectivamente como 'pijoprogres'. Que no sé si considerarlos traidores a ambas partes.

Se acercan las municipales y los votantes tendremos que ponernos a pensar. Aquellos cansados de tanta progresía tendrán que inventarse a un pijo que defienda una Barcelona distinta, quién sabe si mejor o peor, y los progres tendrán que insistir en que su 'sostenibilidad' en el Ayuntamiento sigue siendo buena para la ciudad. 

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