La campaña militar (26) | Análisis de Jesús A. Núñez Villaverde

Análisis de la campaña militar | El primordial apoyo militar externo a Ucrania

Sin suministro de armas, apoyo a la planificación militar e información e inteligencia probablemente hoy Ucrania habría dejado de existir

Soldados ucranianos sobre un vehículo militar en la ciudad de Severodonetsk, en la región del Donbás.

Soldados ucranianos sobre un vehículo militar en la ciudad de Severodonetsk, en la región del Donbás. / FADEL SENNA

Jesús A. Núñez Villaverde

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Atendiendo al bajo rendimiento de las fuerzas armadas ucranianas en 2014, cuando Rusia tomó Crimea, cabe imaginar que no es solo Vladimir Putin el que se ha sorprendido con su impresionante desempeño actual. Desde luego, las cifras no lo explican todo pero, en principio, las diferencias en recursos humanos, en armas y en presupuestos dedicados a la defensa son tan notoriamente favorables a Moscú que bien cabía pensar que la invasión iba a ser poco más que un paseo militar para Rusia. A título de ejemplo, aunque Ucrania ha aumentado su gasto en defensa un 142% desde 2012 y un 72% desde la anexión rusa de Crimea en 2014, los 5.900 millones de dólares que dedicó a la defensa en 2021, con una caída del 8,5% respecto al año anterior, palidecen frente a los 65.900 millones de Rusia, aumentando por tercer año consecutivo su dedicación presupuestaria a la defensa, con una subida del 2,9%.

Eso, junto al hecho de que Ucrania se juega su propia existencia y que la maquinaria militar rusa esté resultando un fiasco, obliga a buscar otras razones para explicar cómo es que Rusia no ha logrado lo que parecía una fácil victoria. Y entre ellas destaca, con diferencia, la del primordial apoyo militar prestado por decenas de países, con Estados Unidos a la cabeza. La atención se suele centrar en el suministro de armas, contando con que, si primero se pensaba en capacitar a los ucranianos para una guerra de guerrillas que hiciera frente al invasor y ocupante por tiempo indefinido, dotándolos de armas ligeras, con el tiempo se ha ido abriendo paso la idea de dotarlas de armas cada vez más sofisticadas, pensando ya en una guerra convencional en toda regla.

Así, poco a poco se han ido venciendo las reticencias de algunos gobiernos a entregar armas a Kiev, pensando más en las posibles represalias de Moscú que en las necesidades que Volodímir Zelenski plantea cada vez que tiene ocasión. Si primero eran armas que se pretendían pasar como puramente defensivas -una categoría inexistente en términos reales-, luego pasaron a ser armas anticuadas almacenadas prácticamente como piezas de museo. Pero hoy, rotas ya esas barreras, aunque Moscú haya calificado a todos los suministradores como países hostiles y aunque las pérdidas de personal y material estén siendo cuantiosas, las fuerzas armadas ucranianas disponen de más y mejor material del que tenían antes del inicio de la invasión.

Otro frente, tanto o más relevante que las armas, es el que afecta a la capacidad de planificación y ejecución de operaciones militares. Es notorio, aunque se carezca de información precisa sobre su nivel de implicación, que Washington ha estado y sigue estando muy empeñado en mejorar el nivel de los militares ucranianos a la hora de poder desarrollar una defensa tan sobresaliente como la que se visibiliza en el campo batalla. Y eso incluye desde la instrucción de los sirvientes de una pieza de artillería o de un sistema de misiles antiaéreo hasta el manejo en combate de unidades de infantería con los correspondientes apoyos de la artillería, los ingenieros y el apoyo aéreo, sin olvidar las complejidades logísticas que supone el sostenimiento del esfuerzo combinado de todos esos componentes. Y lo mismo cabe decir de la información e inteligencia, que cabe adivinar detrás de la eliminación de tantos altos mandos militares rusos localizados en primera línea, de columnas de vehículos y de puestos de mando y control. Unos apoyos, en resumen, sin los que probablemente hoy Ucrania habría dejado de existir.

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