La campaña militar | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Drones: arma letal en Ucrania

Rusia nunca ha logrado dominar los cielos ucranianos, su logística ha sido deplorable y no ha ganado batallas terrestres en campo abierto

Oficiales de policía ucranianos inspeccionan un dron ruso derribado en el área de un instituto de investigación, parte de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, después de un ataque, en el noroeste de Kiev.

Oficiales de policía ucranianos inspeccionan un dron ruso derribado en el área de un instituto de investigación, parte de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, después de un ataque, en el noroeste de Kiev. / FADEL SENNA / AFP

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ningún arma convencional puede por sí sola ganar una guerra. Pero, como enseña la historia de las confrontaciones militares a gran escala, hay ocasiones en las que se produce un giro que determina la obsolescencia de tácticas y armas que parecían incuestionables y la emergencia de otras que obligan a cambiar pautas muy consolidadas. Y sin que sea Ucrania el primer escenario en el que los drones han hecho acto de presencia, parece indudable que, sobre todo mirando al modo en el que las fuerzas armadas ucranianas los están empleando, están llamados a provocar drásticos cambios tanto en el plano táctico como en el estratégico.

Tres de los axiomas más sólidos sobre los que se basa una operación como la que Rusia inició el pasado 24 de febrero son la necesidad de imponer el dominio aéreo, disponer de una capacidad logística que permita alimentar la ofensiva sin descanso y contar con medios acorazados y mecanizados en cantidad suficiente para aprovechar la cobertura aérea y artillera para progresar rápidamente y ocupar el territorio que se pretende controlar. A pesar de su notable superioridad de medios, Rusia nunca ha logrado dominar los cielos ucranianos, su logística ha sido deplorable y no ha ganado batallas terrestres en campo abierto. Y buena parte de la responsabilidad de esa situación es el creciente e inteligente uso de drones, armados o no, de muy variado tipo por parte de Kiev.

Al principio de la invasión rusa Kiev tan solo contaba con una docena de drones armados turcos TB2 Bayraktar, adquiridos en 2019 a un coste estimado en un millón de dólares por unidad. Hoy, entre donaciones y adquisiciones, se estima que ya cuenta con más de un millar dedicados a usos muy diversos. Muchos son, en origen, vehículos aéreos no tripulados para uso civil, pero en la práctica, y con las necesarias adaptaciones, sirven para labores que van desde misiones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento hasta la entrega de vacunas y medicinas, servicios de búsqueda y rescate… Pero donde su papel como multiplicadores de fuerza cobra una mayor importancia es en misiones de combate.

En ese terreno, a los TB2 se unen también los estadounidenses Switchblade 300 y 600, drones kamikaze lanzados desde un tubo que, con un coste que no supera los 10.000 dólares, pueden destruir con alta precisión blindados, piezas de artillería o sistemas antiaéreos enemigos en primera línea, pero también objetivos en la retaguardia.

Entre sus considerables ventajas destacan la facilidad de uso -comparado con la complejidad y el tiempo que se necesita para formar a un piloto o a un sirviente de un sistema de misiles-, el bajo coste -sobre todo cuando se compara con el de los sistemas de armas que puede destruir (un carro de combate puede rondar los 10 millones de dólares)- y su versatilidad- incluso para emplear en combate de localidades, pudiendo volar a velocidades y altitudes impensables para aviones y helicópteros-.

Por supuesto, no son indestructibles -de hecho, dado su escaso peso y limitada capacidad de carga, no tienen prácticamente blindaje alguno- y existen ya un sinfín de contramedidas para intentar anular su operatividad. Pero, aun así -y contando con que en un nivel superior, al que Ucrania aún no ha llegado, existen otros drones más potentes, como los estadounidenses MQ-1 Gray Eagle o MQ-9 Reaper-, es inmediato entender que no solo ponen en cuestión el protagonismo de los carros de combate o los aviones y helicópteros de ataque, sino la esencia misma del arte de la guerra.

Suscríbete para seguir leyendo