Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

Eso que llaman razón de Estado

Una de las amigas de Margarita Robles, ministra de Defensa, la tiene por una mujer de Estado. Una defensora acérrima de la legalidad que puede llevarla a la aparente contradicción que estos días le recriminan sus contrarios

Margarita Robles.

Margarita Robles. / J.J.Guillén

Josep Cuní

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Maquiavelo ha vuelto. Lo ha resucitado el espionaje coincidiendo con la Pascua. Porque fue el autor de 'El Príncipe' quien dejó claro en otro de sus tratados que “la patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria y de cualquier manera estará defendida”. 

Han sido las primeras y pudorosas explicaciones oficiales sobre el 'Catalangate' las que han puesto de nuevo en el candelero al padre de la ciencia política, porque aquella llamada “razón de Estado” es la que planea sobre un asunto tan feo, una técnica tan inteligente y una acción tan chapucera como la que ha marcado la semana y exaltado los ánimos.

El obligado silencio legal impuesto a los responsables de los servicios de inteligencia, la inexistente comisión parlamentaria por bloqueo político donde deberían darse todas las explicaciones, recuperada por la vía de urgencia, así como la dependencia del Gobierno de los votos de diputados vigilados, han atado de pies y manos al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Coalición que ha parecido más preocupada por el posible freno a su decreto de ayudas económicas, salvado al final por… ¡Bildu!, que por un escándalo institucional que a los socialistas veteranos les ha recordado el trágico final de su primera etapa. Cuando la corrupción y la guerra sucia contra el terrorismo se llevó por delante el legado de Felipe González. 

La historia ha querido que el vínculo entre ambas etapas se llame María Margarita Robles Fernández (León, 10 de noviembre de 1956). 

Si entonces fue por su trabajo en Interior de limpieza de las cloacas del Estado, haciendo investigar los asesinatos de Laza y Zabala por los GAL y por la orden de búsqueda y captura de LuIs Roldán, ahora lo es por su actual responsabilidad política al frente del CNI, organismo que supuestamente espió a más de sesenta independentistas. Y aunque su mentalidad de magistrada haya ido modulando progresivamente sus explicaciones, reduciendo la lista sin concretarla y defendiendo la legalidad de lo realizado, se ha situado en el centro de la diana por una respuesta parlamentaria lógica por su currículum pero inconveniente para su Gobierno. Por eso, unos le han pedido responsabilidades, incluida la dimisión, otros más cercanos se la miran con el mismo recelo que les producía hace veinticinco años y unos terceros la siguen odiando tanto como algunas de sus víctimas, tan juristas como ella. Y es que, por donde ha pasado Margarita Robles, ha dejado algunas huellas que delatan convicciones tan fuertes como incómodas.

Una de sus amigas la tiene por una mujer de Estado. Una defensora acérrima de la legalidad que puede llevarla a la aparente contradicción que estos días le recriminan sus contrarios. Jurista, progresista y feminista como la actual ministra de Defensa, su colega circula por los aledaños del independentismo. Aun así, ambas mantienen su relación forjada en el debate intelectual, el respeto mutuo a la diferencia y un afecto superior a cualquier otra veleidad.

Otro ejemplo tan atípico como aquella vieja razón de Estado que advertía que “para la salvación de la patria no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, a lo piadoso o a lo cruel, a lo laudable o a lo vergonzoso”.

Llegado su día de gloria, los independentistas también deberán decidir si entierran definitivamente a Maquiavelo.

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