Nómadas y viajantes

La utopía del mal menor

Debate televisado entre los candidatos Emmanuel Macron y Marine Le Pen.

Debate televisado entre los candidatos Emmanuel Macron y Marine Le Pen. / AFP/LUDOVIC MARIN

Ramón Lobo

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Salimos de la pandemia tras dos años de muerte, zarandeo psicológico y parálisis económica. Aunque no parece que hayamos aprendido lección alguna, es pronto para sacar conclusiones definitivas. La ciencia y la sanidad pública, esas dos denostadas en tiempos del sálvese quien tenga dinero, de la religión extremada como arma política y de la posverdad, han demostrado que salvan millones de vidas.

Salimos de un túnel que ha dejado huellas más o menos perceptibles en cada uno de nosotros para encontrarnos con una guerra que desordena el mundo injusto conocido. Salimos de un virus con sus variantes y mutaciones para aterrizar en medio del peligro nuclear. Son tiempos en los que la resiliencia está a prueba en las grandes y en las pequeñas cosas. Sustituimos las utopías por el mal menor: Joe Biden antes que Donad Trump; Emmanuel Macron, mejor que Marine Le Pen; Mario Draghi antes que la Liga Norte.

Ya no aspiramos a grandes revoluciones, con o sin guillotina. Nos contentamos con un reparto mínimo de la riqueza, que los que más tienen y más ganan paguen más impuestos, o que al menos paguen alguno. Según un reciente estudio de la oenegé Oxfam, los diez hombres más ricos del planeta han duplicado su fortuna durante la pandemia, mientras que 160 millones de personas han entrado en la categoría de pobres. Son 21.000 diarios, 875 cada hora. El Banco Mundial considera pobre a quien sobrevive con dos dólares al día.

Oligarcas que no pagan impuestos

Tratamos de doblegar a Vladímir Putin a través de unas sanciones económicas masivas y con la persecución de los oligarcas que le auparon al poder. Oligarca es un palabra que procede del griego, significa “el poder de unos pocos”. Aplicado a Rusia incluye un elemento despectivo, de corrupción extrema, de gente sin escrúpulos que se aprovecharon del hundimiento de la URSS para hacerse con la propiedad de la riqueza del país. Poseen mega yates y mansiones; llevan una vida de lujo sin pagar impuestos en ningún país. Se sirven de redes opacas que conducen a paraísos fiscales. Un estudio de Thomas Piketty, Gabriel Zucman y Filip Novokmet estima que el dinero que tienen escondido alcanza 800.000 millones de dólares.

Si la pandemia no cambió nada esencial de las reglas de juego, tal vez un poco más de teatro para disimular, no esperen milagros con la guerra. No vamos a perseguir a los oligarcas rusos hasta sus madrigueras ni quitarles el dinero para financiar la reconstrucción de Ucrania porque lo esconden en los mismos agujeros negros que nuestros superricos.

Ellos tampoco accedieron a su patrimonio a través de la empatía social y el juego limpio. El capitalismo industrial estadounidense no tiene una hoja de servicios mejor que la de los oligarcas tras el derrumbe de la URSS. Algunos ultra millonarios tecnológicos, como Marc Zuckerberg, han hecho su fortuna destruyendo la verdad, creando autopistas por las que circulan los bulos y las conspiraciones disfrazadas de noticias.

Macron vuelve a ser el mal menor

Macron vuelve a ser el mal menor, ya lo fue en las elecciones en 2017. En estos años no ha sido fiel al voto prestado de la derecha y de la izquierda. El abuso de la fórmula no garantiza su éxito. El 25% de los votantes de Jean-Luc Mélenchon, envuelto en la bandera del purismo de la izquierda, lo harán por Le Pen; el 33% se quedará en casa o votará nulo o en blanco.

 Hay un malestar de fondo en nuestras sociedades al que no responde la política tradicional. Se vio en EEUU con Trump; se comprobó en el Brexit del Reino Unido. Está en el crecimiento de VOX en España. Macron ocupó el espacio tradicional de la derecha gaullista y de la izquierda socialista, pero no creó un partido ni un movimiento. Solo es una marca.

Sin políticos de peso, sin utopías pese a la catástrofe climática, hemos dejado el espacio de la rebelión a los chalecos amarillos y a los camioneros españoles, por poner dos ejemplos. Las extremas derechas se aprovechan de las grietas para presentarlos como suyos, o presentarse como la solución de sus problemas.

¿Existe el riesgo de que gane la presidencia de Francia Marine Le Pen, conectada con el régimen Vichy, aliado de Hitler, y que tiene vínculos con Putin? Sería un golpe muy duro para Europa, mayor que el Brexit. Tendríamos el enemigo sentado en el Elíseo. Su efecto sobre la política española sería demoledor. Crucemos los dedos para que vuelva a vencer el mal menor en espera de que un cambio de rumbo salve al planeta y a la ciudadanía de la dictadura de los depredadores, sean oligarcas rusos o súper ricos occidentales. Feliz fin oficial de la mascarilla, pese a que la pandemia aún no ha terminado.

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