GOLPE FRANCO

La negra tarde de Berna

Ladislao 'Laszy' Kubala.

Ladislao 'Laszy' Kubala. / periodico

Juan Cruz

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Joan Manuel Serrat apareció este lunes en la pantalla de 24 Horas cantando uno de sus más hermosos poemas ajenos, el himno del Barça, y luego el director del programa, Xavier Fortes, tan culé como él, le preguntó por algunos detalles destacados, por la alegría o por el desastre, del club que también ama este cronista.

Fueron momentos emocionantes de una entrevista que resaltó, además, los valores éticos que el cantante que ahora inicia su retirada de los escenarios aplica a la vida de sus países, el que es su cuna natal y aquel al que pertenece la otra lengua de su vida y de su corazón. Escuchar a Serrat, no solo como cantante sino como ciudadano, ayuda a interpretar la vida sin dejarse llevar por el sectarismo o la ruindad a los que ahora se inclina la conversación cotidiana, más en los medios y en el Parlamento que en la calle, de modo que esa entrevista fue un ejemplo de cómo el sosiego dice más que el griterío.

En el aspecto futbolístico introdujeron ambos barcelonistas un episodio azulgrana que ha marcado para siempre (a muchísima gente, a Serrat también) la emoción de ser seguidores del Barça también en tiempos adversos. Recuérdese que Bertolt Brecht explicó que “también se puede cantar en tiempos oscuros”, pero no se olvide que hubo una tarde especialmente aciaga en nuestra historia. Fue cuando en aquel Benfica-Barça que se celebró en el estadio de Berna, en la final de la primera Copa de Europa que disputó nuestro equipo, una serie de desgracias que también forman parte del futbol acabaron con un 3-2 que benefició al equipo de Bela Gutman -el auténtico emblema del club portugués- y hundió a la alineación en la que estaban Suárez, Czibor y Ladislao Kubala. Serrat le dijo a Fortes que aquello fue muy doloroso, y el periodista gallego recordó que él mismo heredó, siendo aún un culé niño, las consecuencias de aquella enorme tristeza.

En mi caso particular, yo tenía trece años, ya escribía de fútbol en un periódico deportivo de Tenerife, y me había hecho azulgrana (¡y me firmaba Juan Azulgrana!) porque en mi barrio tinerfeño se escuchaban mejor las retransmisiones del Barça que las que provenían de Madrid… Durante tres días estuve sin salir de casa, como si estuviera velando un duelo insuperable, del que no sé cómo me rehíce. Pero me rehíce. Siempre ocurre que un clavo saca otro clavo, y clavo a clavo llegamos a la época de Cruyff, que fue cuando empezamos a sentir que la vida podía ser aproximadamente bella o al menos pasable. Luego vinieron Rijkard y Guardiola y Luis Enrique, y recuperamos respiraciones que ahogaron el desastre de Berna…

Ahora hemos pasado dos o tres partidos desastrosos (¡y, sobre todo, hemos perdido a Pedri!), después de haber derrotado en un caso al archirrival vestido de blanco (de negro, por cierto, aquel día), y parece que cayó sobre nosotros el diluvio universal, un temporal de granizo como el de hoy en Barcelona.

El culé tiende a desorganizar su memoria, a pretender que es invencible, seguro que porque es incapaz de volver la vista atrás para saber que existieron Berna y el Benfica y que sufrir es también parte del escudo que el gran Serrat situó como una de sus bellas artes.  

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