La campaña militar (20) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Armas para Ucrania, ¿quién da más?

Es un hecho que al menos trece países, entre ellos España, se han decidido a aportar un material que, si primero se calificaba de defensivo, hoy ya incluye armamento pesado

Un soldado ucraniano toma posición en el área de Járkov

Un soldado ucraniano toma posición en el área de Járkov / EFE / STR

Jesús A. Núñez Villaverde

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Una de las evidencias más claras de lo ocurrido en el campo militar en Ucrania desde que comenzó la invasión rusa es que, sin el apoyo y las armas que diversos países han suministrado a Kiev, no sería posible explicar cómo Volodímir Zelenski y los suyos han podido resistir ya casi dos meses el castigo ejercido por uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Eso no supone desmerecer los enormes méritos de unas fuerzas ucranianas que están rindiendo muy por encima de lo que se vio en 2014, cuando Moscú tomó Crimea, ni olvidar el alto nivel de ineptitud e incompetencia de los uniformados rusos en su desempeño en el campo de batalla.

Dado que no cabía esperar que las sanciones- limitadas en su alcance al dejar fuera las importaciones de gas y petróleo- disuadieran a Putin de lanzar su 'operación especial militar' ni que ahora sean suficientes para obligarle a abandonar su aventura, es el componente militar el que cobra mayor importancia. Eso significa, por una parte, una aportación prácticamente invisible, pero muy relevante, en el terreno de la información y la inteligencia que, con Washington a la cabeza, permite a los mandos ucranianos conocer los movimientos de sus enemigos y actuar en consecuencia. Asimismo, cabe suponer que Kiev cuenta con un sustancial apoyo en guerra electrónica, no solo para evitar que Rusia pueda anular sus redes de mando y control, sino también para desbaratar o al menos dificultar las comunicaciones rusas para llevar a cabo la ofensiva en la que están empeñadas. Y otro tanto debe estar ocurriendo en el campo cibernético, procurando mantener el funcionamiento de los sistemas críticos, tanto civiles como militares, a pesar de los ciberataques rusos. Por otra, también hay que destacar la discreta labor de asesoría e instrucción que reciben los militares ucranianos de manos, sobre todo, de estadounidenses y británicos. No solo se trata de capacitarlos para manejar nuevos sistemas de armas, sino también para planificar y ejecutar sus acciones en el campo de batalla de manera más efectiva.

Pero, por encima de todo lo anterior, lo más visible y lo más comprometedor a los ojos de Moscú, es el suministro de armas. No son muchos los gobiernos que se han atrevido a reconocer que están donando o vendiendo material de defensa a Kiev y, por tanto, caben sorpresas en el futuro cuando se conozca en detalle lo que hasta ahora, en la mayoría de los casos, son declaraciones vagas que se suelen justificar con el argumento de que no conviene dar publicidad a lo que Moscú puede aprovechar en su beneficio, aunque en el fondo también cabe entender que esconde un deseo de no verse señalado por el Kremlin como país hostil. Aunque, a cuentagotas en los primeros días, es un hecho que al menos trece países, entre ellos España, se han decidido a aportar un material que, si primero se calificaba de defensivo y comprendía una limitada cantidad de armas ligeras, hoy ya incluye misiles anticarro y antiaéreo, drones de reconocimiento y armados, blindados y, más recientemente, hasta carros de combate, helicópteros y aviones.

En todo caso, ni esas armas cambian la situación de inferioridad de Ucrania, por mucho que la moral de sus tropas y ciudadanía sean un factor muy a tener en cuenta, ni todos los países occidentales parecen igual de dispuestos a significarse en este terreno. Así, mientras Letonia encabeza la lista atendiendo al porcentaje de ayuda militar prestada en relación con el PIB (0,8%), Alemania aparece en posiciones muy retrasadas (0,02%).

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