La inviabilidad de JxCat
La elección de un nuevo líder que sustituya a la vez a Carles Puigdemont y Jordi Sànchez se produce en el más desalentador de los contextos
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Poco castigo pronostica el último barómetro del CEO a JxCat. A pesar de la anchura de la horquilla, entre retroceso moderado y severísimo batacazo, la elección de un nuevo líder que sustituya a la vez a Carles Puigdemont y Jordi Sànchez se produce en el más desalentador de los contextos. Optimismo, confianza, proyecto estimulante... nada de eso, ninguno de sus sinónimos, rima con bajón. Más aún, la supervivencia del artefacto político creado por Puigdemont depende de recuperar la hegemonía en el campo independentista. Pero para ello debería, además de denunciar la claudicación y el servilismo del socio principal del Govern, dibujar una alternativa creíble que permitiera pensar o hacerse la ilusión de que con JxCat al frente, el horizonte de la independencia se aproximaría en vez de alejarse.
Esto es imposible de tragar desde una formación que está infeudada a ERC y en consecuencia subinfeudada al PSOE. Está claro que la única solución al dilema de 'ser o no ser', reducido en este caso a un vergonzante 'parecer o no parecer' consiste en salir del Gobierno, pero no para provocar la inmediata convocatoria electoral que, pues mira, que quisiera decir que pueden incidir en el calendario, sino para facilitar la continuidad de la legislatura con mayorías de izquierdas y convertirse en la pobre voz sin voto que clama en el desierto.
Los que como Josep Rull y otros aspirantes a máximo dirigente sueñan con una especie de Convergència, más bien conservadora, independentista sin ambigüedades y al mismo tiempo realista, es decir sin hoja de ruta, se han encontrado la plaza ocupada por los republicanos. Mientras no admitan la magnitud de la derrota de 2017 no estarán en condiciones de construir un discurso coherente. Claro está que para pasar del 'no surrender' a derrotados deberían deshacerse de Puigdemont, dejarlo tirado en la vía muerta del Consell per la República y esperar a que calle en vez de apuntarse a las diatribas de los que, como Clara Ponsatí, ya los considera tan cabizbajos y acomodaticios que poco les falta para ingresar en las filas de los traidores.
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