Artículo de Núria Iceta

Sant Jordi tozudo

Lo esencial este año será la gente, los lectores, la voluntad de no querer renunciar a una fiesta que nos hace únicos en el mundo

Sant Jordi

Sant Jordi / Ayuntamiento de Viladecans

Núria Iceta

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Este es el sexto Sant Jordi seguido que paso en esta columna y ya no sé si me quedan muchas cosas por decirles. Las repaso para no repetirme y decido hacer lo contrario, repetirme. Sé que cada Sant Jordi es distinto. Las clásicas variables de si cae entre semana o es festivo, de si llueve o no llueve, de si tal o cual ha sacado libro o no, han sido superadas en los últimos tres años por el tsunami de la pandemia. En 2020 lo pasamos en casa, y en 2021 aprovechamos la brecha entre olas para salir tímidamente todo lo que pudimos. Hubo tanto celo en el control de aforo que la gente se acabó acumulando fuera de los recintos. Gran país, como dice un amigo mío. En 2022 hemos reventado las costuras de los recintos acordonados en Barcelona para crear una supermanzana literaria y en el resto del país imagino que no necesitarán nombres para rebautizar la reconquista libre de las calles. Me alegro.

Así pues, ¿qué es lo que se repite año tras año? Si nos llenamos la boca de decir que ahora sabemos qué es lo esencial porque hemos estado a punto de perderlo todo, ¿qué es lo esencial este 2022?

La gente, los lectores, la tozudez de no querer renunciar a una fiesta que nos hace únicos en el mundo. Solo así se explica lo que nos decía Xavier Vidal, librero de la Nollegiu en el podcast 'Punt Volat': “el del2020 fue el mejor Sant Jordi de mi vida” (y les aseguro que no debía de ser por el volumen de ventas sino por la expresión inequívoca de esta terquedad, de sentir el apoyo de la gente).

Tozudamente rebelde, desde esta columna me gusta repetir que de las grandes cifras que los medios tienen prisa por dar, la lista de los 10 títulos más vendidos (sobre la que también habría mucho que decir) solo representa un 5-6% del total de la facturación de la jornada.

Para los del gremio es un día cansado y feliz a partes iguales, y supongo que para los lectores es mucho más feliz que cansado, por eso siempre me atrevo a pedir que tanto si compráis como si no, cuando paséis por una parada nos miréis a los ojos y sonriáis.

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