Artículo de Care Santos

Broadway ha vuelto

El teatro en Nueva York obra en mí el mismo efecto que una terapia de choque, da igual lo que me pase

Carteleras de teatros en Broadway

Carteleras de teatros en Broadway

Care Santos

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Si puedo y se puede, me gusta ir a Nueva York una vez al año, con el objetivo principal, aunque no único, de ver teatro. Broadway obra en mí el mismo efecto que una terapia de choque, da igual lo que me pase. Qué desolación, durante la pandemia, ver las fotos de los teatros neoyorquinos cerrados y sin luces. Algo que no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial.

Lo extraordinario de los teatros de Broadway no es solo lo que ocurre en el escenario, sino también por lo que no cesa de ocurrir en el patio de butacas. Me llamó la atención la primera vez que estuve allí, hace ya más de veinte años. Y ahora que he podido regresar, ha vuelto a sorprenderme. Parece redundante decir que la gente va a las funciones a pasarlo bien. Naturalmente que sí, para eso se va al teatro, ya sea a ver un musical o una obra de texto. Sin embargo, en pocas partes del mundo es esto tan evidente como entre las calles 34 y 50, en el llamado Theater District. 

La cosa empieza en la cola de entrada, que hay que hacer estoicamente una media hora antes de que comience la función, y donde ya se palpa la predisposición de un público que viene entregado de casa. Asombra lo rápido que esas miríadas de gente se acomodan en sus estrechas butacas en estos tiempos en que a los porteros de los teatros les toca revisar no solo bolsas y mochilas, sino también certificados de vacunación y documentos de identidad. Todo fluye con rapidez y —lo más insólito— con alegría, mientras los responsables de las revisiones animan a los espectadores e incluso le dan las gracias por asistir.

Acomodarse en la estrecha butaca es otro choque cultural. En los teatros de Broadway el espacio está aprovechado al milímetro, y hay que saberlo para no llevar grandes bolsos o para encontrar el modo de sentarse con ellos (difícil). Se pueden entrar bebidas a la sala y también se puede llegar una vez empezada la función. Todo está diseñado para proporcionar el máximo disfrute y el menor sufrimiento a quienes han pagado sus entradas, y no precisamente a un precio de saldo.

Tanto si se trata de uno de los éxitos de la temporada como de uno de los últimos estrenos del off, cuando se alza el telón hay que estar preparado para varias salvas de aplausos. Se celebran mucho las entradas de los actores principales, especialmente los de relumbrón, pero también las referencias a temas sensibles o los giros ansiados del argumento. En resumen: la gente aplaude sin cesar, interrumpiendo la obra varias veces. Van a pasárselo bien y eso es, exactamente, lo que hacen, de principio a fin. Y, por supuesto, las ovaciones finales son la traca final, en especial si la obra ha mantenido o superado expectativas.

Esta vez dejé para el último día 'The Music Man', protagonizada por un carismático y magnífico Hugh Jackman dándolo todo. Canta, baila y apenas abandona el escenario en las dos horas y media que dura el espectáculo. Al final, tras los aplausos, dirigió unas palabras a unos espectadores rendidos a sus pies: «Broadway ha vuelto», nos dijo, «gracias por no abandonarnos». 

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