Artículo de Rafael Vilasanjuan

Putin y sus amigos

La extrema derecha europea se ha proyectado en el liderazgo de un presidente salido de los sótanos de la inteligencia soviética

Santiago Abascal y Viktor Orbán.

Santiago Abascal y Viktor Orbán. / VOX

Rafael Vilasanjuan

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La guerra se libra también en Europa. Inquietos como estamos –o deberíamos estar– por saber si hay fuerza entre la sociedad rusa para acabar con la locura que transpira y emana de cada una de las habitaciones del Kremlin, tendría mas sentido incluso empezar a pensar si en Europa tenemos también algunos amigos incómodos por cuyos poros transpira la adrenalina que ha llevado a esta guerra, y que va a hacer mas difícil y más duro su final. Putin se ha encargado de cerrar cualquier voz disidente en el interior del país más extenso del mundo, pero lo que quizá sorprenda más es saber que a este lado de la frontera, quienes han recibido su apoyo no son pocos.

En lo más crudo de la batalla, cuando las imágenes de Bucha y Mariúpol asquean y cuestionan la naturaleza humana de quien ordena las matanzas, en Hungría, la frontera oriental de la Unión Europea, Víktor Orban ha conseguido revalidar un nuevo mandato, el cuarto. Una elección difícil de considerar legítima en un país donde el presidente controla los medios y todo el aparato del Estado. Metido en el corazón de Europa, su modelo de gobierno está mucho más cerca de Moscú que de Bruselas, y aunque en campaña haya moderado su defensa de la invasión rusa, una vez reelegido vuelve a ser el principal embajador de Putin en la Unión Europea.

Pero no es el único. Como él, la extrema derecha europea se ha proyectado en el liderazgo de un presidente salido de los sótanos de la inteligencia soviética. Desde Nigel Farage –artífice del Brexit–, que dijo que Putin era el líder mundial al que más admiraba, a Santiago Abascal o Mateo Salvini, no ha habido un solo partido radical que no haya soñado con conseguir el poder en sus países y emplearse con la misma contundencia. Le admiran porque ataca sin reservas a quienes defienden la igualdad entre hombres y mujeres o los derechos de los homosexuales, pero sobre todo porque es el modelo de defensa del orgullo nacional, por el que es posible que todos y cada uno de estos líderes, como Putin, estuvieran dispuestos igualmente a matar. Las raíces del líder ruso en Europa ni son menores, ni inocuas, menos aun cuando Francia está en pleno proceso electoral y la amenaza de Marine Le Pen asoma en el horizonte de la segunda vuelta.

Aunque la candidata del Frente Nacional, como Orban en Hungría, haya moderado su discurso incluso ocultando la conexión rusa que le proporcionó millones de euros para su campaña, lo cierto es que su idea de Europa está muy lejos de lo que representa el espacio común. La peor amenaza a Putin no son las sanciones económicas y las armas enviadas a Ucrania, lo es sobre todo demostrar que frente a la carnicería, Europa sigue unida y fuerte, exactamente lo contrario de lo que defienden los partidos de las derechas radicales europeas. Esos amigos de Putin, que con mayor o menor descaro intentan parecen ajenos a la tragedia, nos recuerdan que la guerra de Ucrania también se libra en Europa y que los votos cuentan. Ojalá nuestros vecinos franceses nos den un respiro.

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