Artículo de Maria Rovira

Divas y marionetas de Hollywood

Eran mujeres privilegiadas respecto a la mayoría, pero no eran propietarias de sus vidas ni de su cuerpo. Quien ostentaba este título era el productor de la película o los jefes de los grandes estudios

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filmo ava / ARCHIVO

Maria Rovira

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Os quiero hablar de historias de horror de Hollywood que son muy reales. Tienen lugar en un paraíso dorado y opaco, con un 'star system' configurado a base de chicas excepcionalmente fotogénicas a quienes procedían a cambiar el nombre, el aspecto y la biografía. Y, una vez modelada el personaje, sus movimientos delante y fuera de cámara eran controlados con precisión.

Eran mujeres privilegiadas y poderosas respecto a la mayoría, pero no eran propietarias de sus vidas ni de su cuerpo. Quien ostentaba este título era el productor de la película o los jefes de los grandes estudios, que decidían sobre matrimonios y divorcios de las mujeres más deseadas del mundo. Y no solo esto.

Ava Gardner se quedó embarazada durante el rodaje de 'Mogambo', pero sabía que aquello iba en contra de la voluntad de Louis B. Mayer, uno de los jefes de la Metro-Goldwyn-Mayer, y acabó abortando. Las diosas no tienen hijos, y menos cuando la industria tiene otros planes para ellas.

Cuando Gardner, de una familia muy pobre de Carolina del Norte, aterrizó en Hollywood, “no sabía ni hablar”. Le tuvieron que enseñar a hablar para borrarle el acento; la timidez y el pánico escénico se los borraba ella bebiendo. “El animal más bello del mundo”, apelativo que ella odiaba, se quejaba que trataban a las actrices como ganado y se negó a seguir haciendo musicales porque “estaba harta de hacer de pez”. A pesar de que se preparaba las canciones concienzudamente y con buenos resultados, siempre la acababan doblando.

A quien también doblaron fue a Rita Hayworth en su interpretación de 'Gilda'. La vampiresa pelirroja nació con el nombre de Margarita Cansino, castaña y con más cabellos: su proceso de transformación para la gran pantalla incluyó la depilación con láser de la frente, cosa que le generó migrañas para el resto de su vida. Su padre abusó sexualmente de ella desde los 13 años y Harry Cohn, jefe de la Columbia Pictures, lo intentó. Ella se negó y pagó un precio altísimo: la encasilló en un papel que ella detestaba, de 'sex symbol', y la mantuvo apartada de papeles donde podía explotar sus increíbles aptitudes como bailarina, que Fred Astaire alabó maravillado.

Harry Cohn era un depredador sexual capaz de todo: obligó el músico, cantante, actor y bailarín negro Sammy Davis Jr a casarse con una mujer negra en un plazo de 48 horas bajo la amenaza de dejarlo ciego o romperle las piernas. Su objetivo era disolver la relación que en aquel momento mantenía con la actriz Kim Novak, y lo consiguió.

La violencia era un factor al que se estaba expuesta por el simple hecho de trabajar: la presencia de la madre de Elizabeth Taylor en todos los rodajes (cláusula que impuso ella misma en el contrato) impidió que abusaran de ella cuando era adolescente. Judy Garland, para citar un solo ejemplo, no corrió la misma suerte.

Todas estas historias de horror están recogidas en el libro 'Diosas de Hollywood' (Plaza & Janés), de Cristina Morató. Un testigo más de la violencia que ejerce la alianza de patriarcado y capitalismo contra las mujeres; incluso las más envidiadas. Ser una mercancía nunca nos hará libres.

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