Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

El bueno y el malo

Zelenski ya era presidente y su nombre se vinculó a los papeles de Pandora por tener empresas en paraísos fiscales y otras menudencias hoy aparcadas

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania / PRESIDENCIA DE UCRANIA

Josep Cuní

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Estamos en guerra. Deberíamos ir asumiéndolo aunque nuestras autoridades se resistan a declararlo abiertamente. Las medidas que toman, sin embargo, así lo demuestran. Y aunque no se envíen tropas y solo algunas armas y munición para la autodefensa de los ucranianos, las correcciones a la baja que se están haciendo de las previsiones económicas y las medidas que se están tomando para paliar los efectos mariposa de lo que sucede a cuatro mil kilómetros indican que la incertidumbre ha encontrado otro aliado. El virus de la pandemia le ha pasado el relevo a los tanques de Putin. Al final del grifo que controla, los riesgos europeos por su dependencia energética. Y para redondearlo, mes y medio después de la invasión y tras la propaganda occidental de la semana anterior hablándonos de repliegue del ejército ruso y las dificultades del Kremlin para hacerse con la victoria, el secretario general de la OTAN suelta alto y claro que la confrontación puede durar años. La estabilidad pierde enteros. A la guerra en el campo de batalla hay que sumarle la guerra en el frente económico. Y esta es global y remueve nuestros bolsillos. 

Desde Kiev, Volodímir Oleksándrovich Zelenski (KrivóiRog, Ucrania, 25 de enero de 1978) de puertas adentro clama por la resistencia y de puertas afuera por las ayudas. Y lo hace a través de discursos a los parlamentos amigos que adapta al público concreto de cada país que le invita. Ya llevaba unos cuantos cuando este martes se dirigió al Congreso de los Diputados. Y si a los israelitas les recordó el holocausto, a los alemanes el muro de Berlín y a los norteamericanos el 11-S, a los españoles les citó Guernica. Aprovechaba el aniversario y más que recordar la efeméride le echó sal a una herida que sigue escociendo. Que hayan pasado 85 años no ha evitado que las tradicionales posiciones encontradas entre la derecha irredenta y la izquierda frentista hayan abierto el baúl de sus respectivos recuerdos. Unos para criticar, otros para reprochar, todos por no aplaudir. Y así también se resquebrajó el aparente consenso sobre Zelenski, el líder convenidamente bueno por contraste con el Putin terriblemente malo.

Antes de la sesión de la discordia de Madrid, el presidente ucraniano afeó a los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no expulsaran a Rusia de su seno. Y como sabía que su demanda es casi un imposible, les conminó a cerrar la institución. Sería por el dolor de sus pecados y en justo acto de arrepentimiento que 48 horas después la ONU expulsaba a Rusia del Consejo de Derechos Humanos. Una broma si no fuera tan dramático el presente como vergonzoso su pasado reciente. En 2021 el Tribunal Europeo correspondiente le había condenado en 219 ocasiones. Fue el número uno. La guerra no había empezado. Claro que Ucrania le iba a la zaga con 194. Zelenski ya era presidente y su nombre se vinculó a los papeles de Pandora por tener empresas en paraísos fiscales y otras menudencias hoy aparcadas como algunas felicitaciones en metálico y nunca cuantificadas por haber ganado las elecciones.

Esto no ensucia al aguerrido político ni al icónico primer soldado pero mancha al actor y productor que reprocha a los demás los negocios con su enemigo. Eso sí, vestido de militar para interiorizar mejor el papel de su vida. 

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