Ucrania, Gernika y la Guerra Civil
El recuerdo de Zelenski del bombardeo de la ciudad vasca invita a trazar paralelismos entre el conflicto civil de 1936 y la contienda de Ucrania
Xavier Casals
Historiador y profesor de la Facultat de Comunicació Blanquerna (URL).
Doctor en Historia Contemporánea, profesor universitario y colaborador de diversos medios de comunicación
Xavier Casals
El martes, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski compareció telemáticamente en el Congreso de los diputados e hizo esta afirmación: “Estamos en abril de 2022, pero parece que estamos en abril de 1937, cuando todo el mundo supo del bombardeo de Gernika. Imaginen esa destrucción en ciudades de más de 100.000 personas”. Zelenski, intuimos que bien asesorado, recordó el castigo de la urbe vasca cuando transcendía la matanza de civiles en Bucha por tropas rusas. Desde nuestra óptica, su mención a Gernika subrayó la dimensión global del conflicto de Ucrania al vincularlo al célebre lienzo de Pablo Picasso y jugó a favor de Kiev por sus implicaciones, ya que asocia la masacre de Bucha, negada por sus responsables, con la de la ciudad vasca, donde sucedió otro tanto; recuerda a las víctimas de un bombardeo de la Alemania nazi cuando Moscú alude a la “desnazificación de Ucrania” como pretexto de su invasión; y, quizá de manera no prevista por Zelenski, remite a aspectos de nuestra Guerra Civil que pueden ser aleccionadores.
El bombardeo de Gernika, con 5.000 habitantes, sucedió la tarde del lunes 26 de abril de 1937, día de mercado, duró unas tres horas y lo efectuó la Legión Cóndor germana (con participación italiana). Según su jefe de Estado Mayor, Wolfram Von Richthofen, la urbe fue “asolada”. Las circunstancias del ataque son imprecisas y los historiadores Josep Solé i Sabaté y Joan Villarroya (en 'España en llamas', 2003) estimaron que entre 37 y 40 aparatos lanzaron bombas explosivas e incendiarias. Destruyeron 271 edificios (el 74.4% del total) y pudieron matar entre 250 y 300 personas, aunque las cifras oficiales aludieron a 1.645 y en 2017 el historiador Xabier Irujo las elevó a más de 2.000. Aún se debate si la responsabilidad última de la masacre debe recaer en el ejército franquista (pues pidió a los alemanes que atacasen la urbe por ser un cruce de comunicaciones y producir armas) o en la aviación alemana (que justificó la destrucción causada con la escasa visibilidad reinante). Se ha deliberado también sobre el objetivo real de la agresión (experimentar técnicas militares, desmoralizar a la población o cortar comunicaciones). Tras el bombardeo, el bando franquista quiso desvincularse de los hechos y su propaganda los atribuyó a “rojos vizcaínos y dinamiteros asturianos”, lo que recuerda a la maniobra del Kremlin, denunciando las muertes de Bucha como un “monstruoso montaje” antiruso.
Este recuerdo de Gernika invita a trazar paralelismos entre la Guerra Civil y la contienda de Ucrania. El primero es que esta última posee una dimensión fratricida, dados los vínculos de todo tipo entre ucranianos y rusos. El segundo es la llamada constante de Zelenski a terceros países para que se impliquen en Ucrania, lo que recuerda cómo la política de “no intervención” en España de las democracias europeas en 1936 actuó en detrimento de la República, ante la ayuda de Italia y Alemania al bando rebelde (que consolidó las ambiciones de estas potencias). El tercero, es el afán de Zelenski de asimilar la contienda de Ucrania a una pugna entre democracias y regímenes autoritarios (tesis reforzada por el apoyo al Kremlin de China y países como Hungría). Zelenski ya lanzó esta idea en marzo: “Estamos luchando por nuestra independencia, por la libertad y por la igualdad para todo el continente”. Ello rememora cómo nuestra Guerra Civil fue percibida de modo similar a nivel mundial. El cuarto, abundando en esta analogía, es la afluencia de voluntarios multinacionales a Kiev, que recuerda a los que nutrieron a las Brigadas Internacionales de nuestra contienda. Por último, no está de más añadir que la alusión de Zelenski a Gernika ha tenido un efecto inesperado en Vox, en cuyas filas y entorno no faltaban simpatías por Putin antes de la invasión de Ucrania. La mención a la ciudad vasca no ha entusiasmado a su líder, Santiago Abascal, y ha apuntado que “quizá habría sido más acertado hablar de Paracuellos (donde los predecesores de Putin ensayaron el genocidio)”. Su declaración, en el fondo, refleja hasta qué punto la Guerra Civil aún habita en nuestra cultura.
En suma, la mención de Zelenski a Gernika demuestra cómo la conflagración de 1936, casi 90 años después de su inicio, aún ofrece un poderoso marco simbólico al trazar líneas de fractura política nacionales e internacionales.
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