La nota | Artículo de Joan Tapia

¿Gobierno en crisis?

Sánchez viaja a Marruecos, pero con un Gobierno desautorizado al perder una votación parlamentaria montada por Podemos, su socio de coalición

Pedro Sanchez

Pedro Sanchez / David Castro

Joan Tapia

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La cumbre entre el presidente y el nuevo líder del PP ha ido razonablemente bien. Pedro Sánchez y Núñez Feijóo se han comprometido a acometer la renovación del Consejo del Poder Judicial, que lleva ya tres largos años de retraso y que es un grave exponente de la crispación política y la total falta de diálogo. Y solo han discutido sobre política económica. Era inevitable porque Feijóo no podía, a la primera de cambio, avalar el decreto ley de medidas económicas, ni Sánchez abrirse a cambiar algo que ya ha negociado y para lo que -al parecer- ya tiene mayoría. Máxime cuando la posición de Feijóo sobre la rebaja de impuestos como remedio mágico es muy discutible. Pero lo importante es que se ha abierto una puerta que estaba herméticamente cerrada a la colaboración entre los dos grandes partidos. 

La visita que Sánchez acaba de iniciar a Rabat tiene incluso mayor relevancia porque debería ser un paso decisivo para desbloquear las relaciones con Marruecos, un país clave para España -y para Europa- porque es la frontera con África, continente origen de una descontrolada inmigración que huye como puede de la miseria y el subdesarrollo. Y la amenaza terrorista ha encontrado en Marruecos -un país que debe ser amigo pero que no es una democracia europea- un muro de contención.

Pero la nueva posición española no es lo sólida que debería porque se ha adoptado -por razones quizás obligadas porque en política exterior, y más en tiempos de guerra, la 'real politik' es decisiva- sin el muy conveniente consenso interno. La relación con Marruecos es una cuestión de Estado porque implica también a Europa y Estados Unidos y precisaría el acuerdo, como mínimo, de los dos grandes partidos. No ha sido así -quizás por prepotencia de Sánchez, quizás porque el PP estaba descabezado-, lo que va a ser muy negativo.

En efecto, Sánchez viaja después de que el Congreso haya aprobado por 161 votos (entre ellos los de Podemos, ERC y el PP), contra 115 (del PSOE) y 58 abstenciones (Vox y Cs) una proposición no de ley en cuya parte expositiva se dice que “una parte del Gobierno y a espaldas del parlamento” ha olvidado el compromiso con el referéndum del Sáhara al avalarla propuesta de autonomía de Marruecos. Como antes ya habían hecho Estados Unidos, Alemania y Francia.

El PP no fue consultado y no ha tenido esta vez reparos -curioso- en unir sus votos con los tan denostados de ERC y Bildu. Pero el Gobierno ha quedado desautorizado porque el socio de coalición -Podemos- le ha increpado públicamente y acusado de poco menos que deslealtad y traición. En un país normal, Podemos debería antes haber abandonado el Gobierno. Y caso contrario, Sánchez debería haber cesado inmediatamente a sus ministros. No se puede estar a la vez en el Gobierno y liderando la repulsa nada menos que a un punto clave de la política exterior.

Las cosas no se han hecho bien y la primera consecuencia será, por escandalosa falta de coherencia, la pérdida de credibilidad, tanto interna como externa, del Gobierno Sánchez. Y perder solvencia es aún más grave y dañino en medio de una guerra en Europa que tendrá serias consecuencias políticas y económicas.

Los gobiernos de coalición son, muchas veces, necesarios y útiles, pero cuando la incoherencia se convierte en la nota dominante -y reincidente- han perdido el sentido. Parece que este es el caso del actual Gobierno. Pero lo más probable es que pese a todo -desunido y renqueante- vaya a continuar con el argumento de que es la solución menos mala. ¿Todavía?

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