Opinión | Análisis

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

Periodista

Araujo, una renovación estructural

Araujo celebra el gol que anotó, el 0-2.

Araujo celebra el gol que anotó, el 0-2. / Susana Vera / Reuters

Si, como todo parece sugerir, el FC Barcelona consigue en los próximos días atar definitivamente la renovación de Ronald Araujo, habrá que hacer una nueva muesca en la lista de las buenas acciones llevadas a cabo por la dirección de fútbol que encabeza Mateu Alemany. Y ya son unas cuantas. 

Con sus 23 años recién cumplidos, el futbolista uruguayo se ha convertido en una pieza estructural del Barça de Xavi, no solo por su imponente desempeño defensivo (tanto en la posición de central como de lateral) y por su decisión a la hora de atacar el área rival en las jugadas a balón parado, sino también porque posee un espíritu competitivo y un nivel de autoexigencia que parecen estar dos peldaños por encima de lo que ha sido tradicionalmente el perfil del jugador azulgrana tipo, siempre más inclinado a la melancolía y la resignación (recordemos que, hace solo unos meses, cuando su tocayo Koeman, leyenda de Wembley, justificaba los malos resultados con el infame argumento de que “esto es lo que hay”, era el joven Araujo quien insistía en que el escudo del Barça obligaba a salir a ganar todos los partidos).

Las informaciones que circulan a estas horas sobre el estado de las negociaciones hablan de un inminente acuerdo en el que el jugador aceptará rebajar sus pretensiones económicas y el club, a cambio, le brindará un contrato no muy largo, hasta 2026, para que en esa fecha, alcanzada la plenitud futbolística con 27 años, pueda negociar un incremento sustancial si, como parece previsible, su rendimiento lo justifica. En caso de que todo ello se confirme, estaremos hablando de una operación bastante modélica, con la que el club consigue retener un activo deportivo importantísimo sin comprometer su precaria situación financiera actual. Un movimiento que debe marcar el camino para la próxima renovación de Gavi (otro talento que hay que saber conservar sin perder la cabeza) y que, de paso, le envía también un mensaje a Ousmane Dembélé: la ambición de un representante, por legítima que sea, no tiene por qué pasar por encima de los deseos del futbolista cuando estos son de verdad.

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