Artículo de Albert Soler

Un terrorista de pacotilla

A Fredi Bentanachs, dicen que fundador de Terra Lliure, no le queda otro remedio que ir a la Meridiana, que es a donde va a gritar todo cadáver político catalán, a intentar recoger el último aplauso

Barcelona 11/02/22 Política. Último corte independentista de la Meridiana. AUTOR: MANU MITRU

Barcelona 11/02/22 Política. Último corte independentista de la Meridiana. AUTOR: MANU MITRU / MANU MITRU

Albert Soler

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Imagino que los exmiembros del IRA, e incluso los de ETA, con el tiempo van adquiriendo cierto estatus de mito. No de mito respetable, pero sí que, por lo menos, cuando entran en un bar se produce algún codazo entre los parroquianos, mira, ese que acaba de entrar se tiró diez años en la cárcel, disimula al mirar, coño, que tiene mala leche. En cambio, uno ve a Fredi Bentanachs, dicen que fundador de Terra Lliure, berreando con un megáfono en la Meridiana, y no puede menos que pensar que hasta en el terrorismo hay clases, que ese vejete solo mueve a risa, y que si una vez despertó algún terror sería por feo.

No ha de ser fácil creer que has sido alguien, y tropezar de bruces con la realidad: a nadie interesas, nadie te reconoce, a nadie importa si estuviste en la cárcel ni por qué motivo. No eres nadie. Lo imagino a sus cerca de setenta años, entrando bamboleando en los bares y contando batallitas para conseguir que alguien le invite a una caña.

-Y cuando fundé Terra Lliure, yo...

-Déjenos en paz abuelo. Cada día con la misma tabarra, el tío pesado.

O sea, que no le queda otro remedio que ir a la Meridiana, que es a donde va a gritar todo cadáver político catalán, desde Laura Borràs a Lluís Llach, a intentar recoger el último aplauso. La Meridiana es como los antiguos teatros de provincias, donde comediantes venidos a menos llevaban una obra caduca, a cambio de cama y comida en casa de un vecino. De nuestro Bentanachs no se puede decir que haya venido a menos, porque nunca fue nadie, pero intuye que es su última oportunidad de que alguien le invite a una caña, así que se esmera en decir burradas, cosa que en su caso no requiere mucho esfuerzo, es algo natural.

-¡El auténtico genocidio no es el de Ucrania, sino que en la escuela catalana los niños hablen castellano en el patio! ¡Nos están asesinando! - grita, melena grasienta y anciana al viento.

En esos momentos sí, en esos momentos se crea el silencio a su alrededor, aparecen temblores entre quienes le escuchan y observan, asoma por fin el terror.

- ¿Se refiere usted al odio que desprende?

-Quite, quite. Me refiero al terror de ver lo cruel que puede llegar a ser el paso del tiempo con el cerebro de quienes ya de por sí no lo tenían en muy buen estado. Es pavoroso, espeluznante.

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