Artículo de Eugenio García Gascón

Perspectivas del islam político en Oriente Próximo

Frente a las tesis que apuntan a su defunción política creemos que reaparecerá con fuerza, ya que ha demostrado ser una ideología susceptible de reorganizarse

Protestas en Túnez

Protestas en Túnez / DPA / EUROPA PRESS

Eugenio García Gascón

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Un número considerable de estudiosos considera que Oriente Próximo asiste a la definitiva defunción del islam político que tuvo su última oportunidad con las llamadas primaveras árabes, una cuestión capital cuya relevancia trasciende a la región. Con las primaveras, el islam político se convirtió en una expectativa que se catapultó en elecciones democráticas limpias, aunque hubo historiadores y sociólogos que advirtieron que no era una opción democrática cabal, más allá del proceso que incluía las urnas, donde obtuvieron excelentes resultados.

Mientras encontramos expertos como los franceses Olivier Roy o Gilles Kepel, que creen que existen señales inconfundibles de que el islam político está moribundo o ha dado su último estertor, otros como François Burgat o el italo-americano John Esposito sostienen justamente lo contrario, es decir que no ha muerto y que en un futuro no muy lejano reaparecerá con fuerza en el teatro de la historia contemporánea. La segunda opinión nos parece más acertada, especialmente si consideramos que el islam ha demostrado que es una ideología susceptible de reorganizarse y nunca ha renunciado a combatir la tiranía.

No solo está mejor organizada y combate a los tiranos, sino que también ha renunciado a la lucha armada, como prueban los casos de Egipto o Túnez, un aspecto importante con el que incorpora un signo de madurez que durante décadas se le negó. Probablemente, el principal problema de la reciente manifestación del islam político ha sido que cuando ha llegado al poder no ha logrado articular una forma de gobierno eficaz y, sobre todo, no ha sabido defenderse de las incisivas injerencias extranjeras que le han obstruido el paso. En la situación actual puede parecer que su regreso no está en el horizonte, pero no sabemos lo que ocurrirá en el futuro y no sería una gran sorpresa que, por una razón u otra, cayeran de nuevo las autocracias que hoy nos parecen bien asentadas y apuntaladas por Israel y Occidente.

Algunos estudiosos que consideran que el islam político no está acabado creen que se encuentra en un proceso de transformación que le está ayudando a madurar para hacer frente a los desafíos de unas sociedades contemporáneas que mutan constantemente y requieren una adaptación política a las cambiantes circunstancias. De ahí que las organizaciones islamistas estén modificando unas posiciones antiguas y trabadas con respecto a la participación de las mujeres en la sociedad o incluso en relación con el Estado. En este sentido es importante consignar que el islam es, al mismo tiempo, una religión y un Estado, a diferencia de lo que sucede con el cristianismo occidental.

En las primaveras árabes el sector islamista que primero se implicó fue el de los jóvenes, pero pronto arrastró a otros sectores en una dinámica que en algunos casos les condujo al poder. Que esos jóvenes no hayan recurrido a la violencia para enfrentarse a los golpistas es una indicación clara de que el movimiento está experimentando una transformación. También es una señal de que en la rigurosa y anquilosada doctrina del pasado se están abriendo vías alternativas que conllevan medios y objetivos distintos, y que no son ajenas a lo que ocurre más allá de sus fronteras. Sin duda, su resuelta y consistente condición de 'oposición' a la tiranía resulta atractiva para una parte de la población, le proporciona credibilidad y juega a su favor a medio y largo plazo.

Lo que el islam político ha logrado en Turquía con Erdogan supera lo conseguido por esta ideología en otras partes del mundo. Sin embargo, Turquía se ha convertido en diana de los ataques de las autocracias que proliferan en Oriente Próximo. Es natural que sea así, puesto que el islam político, incluso el más moderado, se constituye en alternativa a las autocracias. El hecho de que las dictaduras no sean capaces de generar riqueza juega contra los dictadores, aunque estos cuentan con el respaldo de la nueva alianza de autocracias, y de sus padrinos occidentales, que temen al islam político en todas sus formas y no están dispuestas a dar ninguna oportunidad a los islamistas ni a facilitar su transformación hacia la modernidad o su penetración en las sociedades.

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