Artículo de Sergi Sol

Los Juegos del Pirineo… y Barcelona

Si de verdad se quiere que los Pirineos sean sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 hay que poner al frente la marca Barcelona

Queralt Castellet, en los JJOO de Invierno.

Queralt Castellet, en los JJOO de Invierno.

Sergi Sol

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Barcelona es el mejor escaparate para los Juegos del Pirineo. Y, en buena medida, su mejor baza.

Si de verdad se quiere que los Pirineos sean sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030 hay que poner al frente la marca Barcelona. Por muchas y diversas razones que son obvias, pero que parecen obviarse con agravios localistas que solo fomentan un victimismo trasnochado. Lo peor de la envidia es que golpea más al que la sufre que al que la padece.

Junto con Madrid, igual incluso más, la capital catalana es la metrópoli más seductora del sur de Europa. Es la capital del Mediterráneo por antonomasia. Pero además, Barcelona lleva aparejado un as sin igual, haber organizado los que siguen considerándose los mejores juegos de la historia. Aquella Barcelona de Maragall dejó una impronta imperecedera.

Barcelona gusta, Barcelona es poderosa, cantaron los Manolos, y ha quedado para el olimpismo como un sinómimo de garantía, de solvencia contrastada. Y eso cuenta en su haber no solo como carta de presentación, cuenta como factor que puede ser determinante en el momento culminante. En la decisión final, cuando ya solo quedan las candidaturas que han sobrevivido a los cortes de las sucesivas votaciones.

Cuando hasta en cinco ocasiones has fracasado, proclamar que sin ti no somos nada no solo provoca la hilaridad ajena, inclusive la propia a poco que se objetive la situación.

Nadie en esas anteriores cinco ocasiones fallidas tuvo semejante actitud, a nadie se le ocurrió plantear la elección en unos términos que proyectaran tanta frustración y agravio como impotencia. Lógico que se acabe pensando –e imponiendo– la tesis del ‘mejor solos que mal acompañados’.

El Pirineo puede ser un firme aspirante a los JJOO si mejora propuestas precedentes. Y, sobre todo, si lo hace con Barcelona a la cabeza como santo y seña. Luego, toda generosidad es posible. E incluso potenciadora y complementaria de una candidatura con marchamo de ser la elegida.

Pero si hay que cotejar la candidatura con la suspicacia y la queja de parte como compañera de andanzas, igual mejor desprenderse de esta. Y encauzar sin más preámbulos una candidatura de los Juegos que dé al Pirineo todo el protagonismo final con Barcelona como banderín de enganche internacional.

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