Artículo de Álex Sàlmon

Feijóo del buen rollo

El debate es a cuántos seducirá de un lado y de otro. O a cuántos perderá, acercándose al centro y a cuántos pegando caña. Ese es el equilibrio difícil de encontrar y al que Feijóo nunca se ha enfrentado

El presidente del PP,  Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. / Joaquin Corchero - Europa Press

Álex Sàlmon

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Feijóo está obligado a recuperar voto. La pregunta es: ¿dónde se encuentra?¿En qué lugar se ha escondido el votante de los populares o el que es infiel a su partido y cae rendido en sus brazos? Ocurrió en los años 2000 (el de la mayoría absoluta de Aznar) y en 2011 (con la otra mayoría también absoluta de Rajoy).

Así es. La política se convierte en un listado promiscuo y repleto de infidelidades en beneficio, en principio, del que les parece mejor. Son los que deciden por lo óptimo en cada momento sin resquebrajar sus principios. Si existen.

En eso confía Núñez Feijóo, exactamente igual que Pedro Sánchez. Seducir a los que no son los suyos. Las elecciones de mayoría absoluta se ganan con el voto prestado.

El nuevo presidente popular diseñó un congreso para que se evidenciara eso mismo. Un equipo unido y que representara las diferentes familias territoriales e ideológicas. Bueno, todas no. Que lo del beso en la mano de Díaz Ayuso tras el discurso, en medio de los aplausos, quedó extraño, aunque tuviera cierto cariño.

En todo caso, Feijóo no es Rajoy. La izquierda, que sabe de esas infidelidades, se empeña en asegurar que el nuevo presidente devuelve a los populares a la senda que definió Rajoy. Pero este nunca fue presidente de una comunidad autónoma. 

Su sentido territorial no es comparable. En tiempos de intensidad política con el ‘procés’ no se le escaparon a Feijóo discursos hiperbólicos. Era un habitual de las famosas cenas con los gallegos en Catalunya en el Hotel Gran Marina, y en ninguna de ellas echó leña al fuego. Más bien todo lo contrario. 

El debate es a cuántos seducirá de un lado y de otro. O a cuántos perderá, acercándose al centro y a cuántos pegando caña. Ese es el equilibrio difícil de encontrar y al que Feijóo nunca se ha enfrentado. En Galicia, no hay debate. Ya lo conocen.

Pero su primer discurso como presidente del PP lo dejó claro: mensajes de construcción y no de destrucción. De acercarse a pactos de Estado, más que poner verde al Gobierno. El riesgo es que le acaben llamando ‘bambi’, como a Zapatero o ‘maricomplejines’, como a Rajoy. Cosas de este país.

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