Artículo de Marçal Sintes

Jordi Sànchez deja Junts sin poner orden

La organización impulsada por Carles Puigdemont nunca ha estado unida. Simplemente, porque está formada por una serie de componentes ideológicos y estratégicos contradictorios

El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Sánchez , durante la celebración del Consell Nacional en Alcarràs

El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Sánchez , durante la celebración del Consell Nacional en Alcarràs / EFE/ Ramón Gabriel

Marçal Sintes

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Más claro, imposible. Jordi Sànchez pidió unidad a Junts per Catalunya porque la fuerza política impulsada y presidida por Carles Puigdemont carece justamente de unidad. No repetirá como secretario general, porque no ha conseguido la unidad ni tampoco la conseguiría aunque siguiera al frente de JxCat. La llamada a la unidad que hizo Sànchez el sábado 2 de abril en Alcarràs -el pueblo que da nombre a la última y aclamada película de Carla Simón- puede ser interpretada como el último intento de su secretario general por convertir de una vez Junts en un partido que se parezca a lo que se entiende en todas partes que un partido ha de ser.

Junts, que tiene un par de años, nunca ha estado unido. Simplemente, porque está formado por una serie de componentes ideológicos y estratégicos contradictorios. Uno de los hechos que explican esta diversidad indomable -que recorre todo el partido, de abajo arriba- es la voluntad de Carles Puigdemont, impulsor y gran líder, de crear una especie de movimiento patriótico que reuniera a todo tipo de sensibilidades independentistas, más que de diseñar un partido, con los órganos y el funcionamiento interno propios de los partidos. Esta forma de proceder, que de alguna manera conecta Junts con la CUP, ha demostrado ser muy poco útil.

Los que eligieron a Sànchez -Puigdemont, Mas y otras personas influyentes ligadas al mundo convergente- lo hicieron con la idea, precisamente, de que impusiera el orden suficiente para convertir Junts en un instrumento operativo. No ha sido posible, a pesar de que Sànchez es un buen estratega y tiene una visión realista y pragmática de la política. El pacto de investidura con ERC, entre otras operaciones comandadas por Sànchez, fue mal visto y hasta censurado por amplios sectores de Junts, sectores de personas sinceramente independentistas pero capturadas por una visión muy amateur -por no decir naíf- de la política.

Jordi Sànchez es alguien que viene del activismo y de la izquierda, pero avalado desde la antigua Convergència. Participaría, pues, de los dos mundos. Esto, que en principio podría ser un punto fuerte, le ha acabado perjudicando, de forma que ni los sectores independientes ni los sectores más 'convergentes' le han visto nunca como alguien realmente de los 'suyos'. Los años de prisión no han, en este sentido, influido mucho.

¿Quién puede tomar, en el congreso anunciado en junio en la Catalunya Nord, las riendas organizativas de JxCat? Puigdemont no tiene ganas, ni que pudiera volver del exilio (a mí me cuesta infinitamente imaginar que España tolere tal humillación, a pesar de los augurios del abogado Gonzalo Boye). De hecho, ni siquiera está claro que quiera continuar como presidente de Junts.

La opción más plausible y real a día de hoy -y a falta de los movimientos que seguro que se producirán de aquí al congreso del partido- es Jordi Turull. El 'exconseller', que ingresó en prisión siendo un político arquetípicamente convergente -el día antes de ser encerrado entre barrotes la CUP se negó a investirle presidente de la Generalitat justamente por ‘demasiado’ convergente-, salió siendo un activista de pies a cabeza. Turull, que trabaja como abogado, ya no es lo que era antes de la cárcel. Cree que la solución para Catalunya vendrá de los movimientos cívicos, de la gente, de la calle, más que de los políticos, las instituciones y los partidos. Se ha convertido en una personalidad querida por las bases de Junts, que reclaman continuamente su presencia en todo tipo de actos y reuniones.

Una segunda opción es Laura Borràs. Su personalismo insaciable causa no pocas reticencias entre los dirigentes de Junts. Tampoco parece capaz de lograr lo que no ha logrado Jordi Sànchez, es decir, ordenar Junts. Sin embargo, es alguien a quien las bases adoran, particularmente aquellos sectores -amplios- que se mueven por componentes sobre todo emotivos. Ella fue el cartel electoral de Junts en las elecciones del pasado año, luego de enfrentarse en primarias al 'conseller' Damià Calvet, representante del pragmatismo post convergente. Su victoria resultó abrumadora: 2.954 a 799.

Borràs, sin embargo, está a un paso de ser juzgada por su gestión en la Institución de las Letras Catalanas. Se le acusa de malversación, entre otros delitos. No será fácil que evite una condena, lo que la situará fuera de las instituciones, aunque no necesariamente del partido, siempre, claro, que su versión de los hechos -según la cual el asunto no es más que un montaje represivo- sea aceptada en Junts.

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