BARRACA Y TANGANA

Por si acaso

Mi aspiración principal es que mi hija entienda un día que lo hicimos lo mejor que pudimos y que su existencia me empujó a intentar mejorar en todo. Es lo mismo y lo único que pido también a mi equipo y a mi afición, temporada tras temporada, porque me parece justo ese trato

Nabil Fekir of Real Betis during LaLiga  football match played between Real Betis Balompie and Sevilla Futbol Club at Benito Villamarin Stadium on January 2  2021 in Sevilla  Spain   AFP7   02 01 2021 ONLY FOR USE IN SPAIN

Nabil Fekir of Real Betis during LaLiga football match played between Real Betis Balompie and Sevilla Futbol Club at Benito Villamarin Stadium on January 2 2021 in Sevilla Spain AFP7 02 01 2021 ONLY FOR USE IN SPAIN / AFP/ Europa Press

Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Duele un poco vivir sabiendo que todo va cambiando. Igual estoy hablando tranquilamente con mi hija mayor y de repente pienso que falta poco tiempo, a sus diez años, para que la conversación deje de fluir como fluye ahora, --infantil, sincera y despreocupada-, que falta poco para que se complique lo suyo con lo nuestro, en casa, lo suyo con la vida y lo suyo con el resto del mundo, porque son cosas que siempre pasan y porque sé que no podré hacer nada para evitarlo.

Por eso, ahora intento exprimir cada segundo de charla, consciente de que eso de ser su confidente pronto se acaba, de que todas esas respuestas que hoy Delia busca en mí enseguida las buscará en otro lado. De momento nos ayudamos, porque yo resuelvo sus múltiples dudas existenciales y porque ella es la única personita en el planeta que me apoya siempre en todo. Es incondicional como un periodista untado: si estoy viejo, mi hija me dice que estoy guapo; si estoy gordo, que soy cómodo; y si estoy cansado me recomienda que deje el trabajo.

Cualquiera de mis tonterías le parece graciosa. Una parte de mí envidia a esas futuras parejas que un día la harán reír y se enamorarán profundamente del sonido de su risa espontánea, pero ya se sabe que el tiempo va a su bola y todo va cambiando. Le pregunto por temas que no le pregunto a nadie, porque trato de anticipar el tipo de adulta que será mañana, y ella contraataca a veces cuando estoy con la guardia baja, ella tira con bala en cuanto me despisto un poco.

La verdad en la chorrada

Mi hija me preguntó el otro día si me arrepentía de algo, así, en general, sin avisar y a quemarropa. En estos casos, en la encrucijada entre la verdad y la chorrada sigo eligiendo la chorrada. Y en cierto modo hay un poco de verdad también en la chorrada: me arrepiento de no haber medido las orejas antes de ponerme la primera mascarilla por el covid, porque dos años después tengo la ligera sospecha de que se me han separado de la cabeza un poco, pero como no las medí en su día no puedo demostrarlo y ahora estoy condenado a vivir con esa duda para siempre, sin posibilidad de confirmarlo con datos.

Le cuento verdades que no se cree: no fui a un McDonalds hasta que tuve 16 años. Le cuento mentiras tramposas que acata: hay que esforzarse mucho en la vida para conseguir algo.

Cuando llega el finde y veo fútbol, --desde siempre sabe que eso es trabajo-, Delia se acomoda en la butaca del rincón de lectura, apurando la luz natural junto a la ventana, y devora un libro tras otro. Soy incapaz de explicar la paz que me proporciona esa foto. Después se acerca de vez en cuando al sofá, curiosea las letras que escribo en la pantalla y me pregunta quién está jugando, y cómo, aunque el fútbol no le importe en absoluto y yo sepa que solo lo hace para compartir otro rato.

Mi aspiración principal es que un día entienda que lo hicimos lo mejor que pudimos, con ella y con Teo, aka 'el otro', y que su existencia me empujó a intentar mejorar en todo. Es lo mismo y lo único que pido también a mi equipo y a mi afición, temporada tras temporada, porque me parece justo ese trato. Es lo mínimo que deberíamos exigirnos todos con el fútbol y lo demás, aunque solo fuera por probarlo, por si acaso, los unos y los otros.

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