Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

Jon Sistiaga, entre el cielo y el infierno

Sin su bagaje como reportero de guerra, Jon Sistiaga no hubiera sido capaz de enfrentarse a sus propios recuerdos de juventud, sus vivencias en su Euskadi natal durante los años de plomo, sus propios fantasmas y los silencios cómplices de buena parte de la comunidad

JON SISTIAGA TV

JON SISTIAGA TV / periodico

Josep Cuní

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Gabriel García Márquez lo tenía claro. Para él, el periodismo era un género literario semejante a la novela “porque tiene los pies puestos sobre la tierra. Y si la literatura permite evadirse, con la formación periodística un cable lo retiene a uno en el suelo”. Y aquello que el Nobel sentenció hace veinticinco años es lo que ya habían planteado mucho antes los folletinistas españoles y debatieron aburrida y eternamente los académicos de la misma lengua.

En medio, la fiebre internacionalizada por las grandes firmas del llamado nuevo periodismo, que convirtieron buenas historias reales en un placer para la lectura y un honor para la profesión. Empezando por la Colombia del propio Gabo, que fue donde se acuñó el término y la tendencia. Siguiendo por la mirada norteamericana de Truman Capote o Tom Wolfe. Y Gay Talese, que sintetizó el embrujo de Nueva York como el de una ciudad de cosas inadvertidas. Y lo es porque reúne raras maravillas propias de una urbe sin tempo.

Seguramente unos y otros entendieron la apreciación de Marguerite Duras, que veía a los periodistas como obreros de la palabra porque el periodismo solo puede ser literatura cuando es apasionado. 

Esto le pasa a Jon Sistiaga Escudero (Irún, 2 de abril de 1967). El reportero de guerra que acentúa su dedicación y refuta los tópicos. El enviado especial que no lamenta no estar en Ucrania porque sabe qué son los conflictos bélicos y su propaganda asfixiante, las limpiezas étnicas y sus justificaciones indecentes, los bombardeos incesantes y las rutinas que imponen, las luchas mortales por falsos principios ideológicos, identitarios o religiosos que siempre se repiten, coincidentes, independientemente de la geografía y su historia. La contradicción de los relatos que busca la negación de la realidad. Eso es, de la información. El corresponsal que ha enfocado como pocos la crudeza de países en conflicto o de conflictos entre países. Que le persiguieron en Afganistán, detuvieron en Serbia y dispararon en Irak, donde cayó su compañero y amigo José Couso a causa del ataque de las fuerzas norteamericanas al hotel donde se hospedaba.  

Sin este bagaje narrado en múltiples documentales y algunos libros, Jon no hubiera sido capaz de enfrentarse a sus propios recuerdos de juventud, sus vivencias en su Euskadi natal durante los años de plomo, sus propios fantasmas y los silencios cómplices de buena parte de la comunidad, liberados en las fiestas populares donde los cánticos evocaban acciones terroristas que parecían fruto de una incierta gloria más que causa de un terrible crimen. Y de aquello que mantenía fresco en su memoria y las anotaciones sueltas en sus libretas ha surgido 'Purgatorio', la primera novela de Sistiaga que, como todo buen relato de ficción, se basa en hechos reales. Los que revisan heridas todavía abiertas con la frescura de quien define un perfecto complemento al libro de Fernando Aramburu, porque ambos describen una misma y acoplada patria. 

Aquella donde los auténticos cerebros de la banda cenaban bacalao al pilpil en sociedad mientras mandaban a los jóvenes a matar. Hasta que a un secuestrador y asesino disimuladamente reinsertado le ahogan los recuerdos. Y los escribe. Y lo hace con el mismo detallismo que Sistiaga nos ha contado los límites de sus experiencias. Su vida de novela. 

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