Artículo de Ruth Ferrero-Turrión

Negociaciones estancadas en Ucrania

Es muy probable que hasta que la ciudad de Mariúpol no caiga y Moscú tenga el control del acceso al mar de Azov no sea posible ver un avance hacia un acuerdo de alto el fuego en Ucrania

Las delegaciones de Rusia y Ucrania en una de las últimas negociaciones presenciales.

Las delegaciones de Rusia y Ucrania en una de las últimas negociaciones presenciales.

Ruth Ferrero-Turrión

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El mes de abril da comienzo en un contexto inesperado y dramático al mismo tiempo. Ha pasado ya más de un mes del comienzo de la invasión rusa de Ucrania y, por el momento, nada augura que las hostilidades vayan a parar en fechas próximas. Durante todo este tiempo hemos sido testigos casi al minuto de todo lo que ha ido sucediendo sobre el terreno. Los despliegues militares se siguen al milímetro vía satélite y esto permite intuir cuál será el próximo movimiento que realizará el Ejército ruso. La recepción de imágenes van siempre acompañadas de su correspondiente mensaje y esto hace que en muchas ocasiones sea muy complicado discernir la verdad de lo que no lo es. La desinformación junto con los tanques están siendo los principales protagonistas solo con el permiso de Volodímir Zelenski, que se ha destapado como un gran maestro de la comunicación política generando grandes dosis de empatía a lo largo y ancho del planeta.

Las mesas de negociación también han estado presentes desde el comienzo, aunque, por el momento, con poco éxito. Y varias son las causas de esta parálisis ante lo que semana tras semana se espera con impaciencia. El alto el fuego. La primera de las causas de la ausencia de avances en el terreno diplomático tiene mucho que ver, en el caso de Rusia, con la ausencia de objetivos cumplidos sobre el terreno, pero también con la firmeza mostrada por el Gobierno de Kiev/Kyiv. Desde el primer momento se contó con que la superioridad del Ejército ruso sería suficiente para amedrentar a los ucranianos y tras ese primer error de cálculo, la táctica está siendo la de intentar controlar, al menos, la región del Donbás en general y la ciudad portuaria de Mariúpol en particular. Es muy probable que hasta que la ciudad no caiga y Moscú tenga el control del acceso al mar de Azov no sea posible ver un avance en la negociación con Ucrania. Por su parte, la parte ucraniana ha jugado su mejor baza al conseguir una unidad de acción en su lucha contra el agresor por parte de las principales potencias occidentales que le han proporcionado armas y suministros que han permitido al Ejército resistir mucho más allá de lo esperado por todas las partes. Esto, junto con la negativa por parte de los aliados a cerrar el espacio aéreo o incluso una mayor participación a favor de Ucrania, puede haber llevado, como hemos observado durante los últimos días a un cambio de en la posición de Zelenski, que ha llegado a admitir que su país nunca sería miembro de la OTAN.

Pero sería ingenuo pensar que el final de la guerra se esté jugando solo en la mesa de negociación en Turquía. Otro de los escenarios a no perder de vista y que complejizan sobremanera este conflicto se observan en cómo Moscú intenta salvar las dificultades económicas ante las que le han puesto los paquetes de sanciones aprobados por la UE. Las últimas maniobras financieras lanzadas desde el Kremlin sobre la forma de pago del suministro de hidrocarburos han tenido mucho que ver con esa cuestión. Bruselas, a pesar de ser consciente de que cada día que pasa ayuda a sostener económicamente la guerra, se encuentra atrapada. La enorme dependencia energética de algunos de sus estados miembros, y más significativamente, Alemania, hace muy complicado que el plan de aislar económicamente a Rusia pueda funcionar adecuadamente. 

Rusia no está aislada: India y China, lejos de romper sus vínculos con el país, aprovechan la situación para reforzarlos, y esto no es muy tenido en consideración desde Occidente

A lo anterior, habría que añadir que en realidad Rusia no está aislada en absoluto. Buena parte del sur global no está actuando como quisieran las potencias occidentales. India y China, lejos de romper sus vínculos económicos y comerciales con Moscú, aprovechan la situación para reforzarlos y sacar también partido de esta guerra. Y esta circunstancia no está siendo muy tenida en consideración desde los grandes centros de decisión occidentales. 

Son muchas las partidas que se están jugando al mismo tiempo en la arena internacional. En el ámbito regional, demostrar capacidades de resistencia y conquista de objetivos. En el ámbito europeo, la recomposición de la posición en relación con una dependencia energética que ya tendría que haber comenzado en 2014. Y en el ámbito internacional, el diseño de un nuevo orden internacional sostenido sobre unas bases muy diferentes a las que dio lugar el final de la Segunda Guerra Mundial.

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