Tuitear el catalán hasta estrangularlo
Las primeras reacciones viscerales de las más conocidas ‘patums’ cibernéticas fueron sin tener ni pajolera idea del contenido del acuerdo lingüístico
Lograr un consenso del 80 por ciento en defensa de la inmersión lingüística era harto difícil con la que está cayendo. Pero se logró luego de cocinarlo a fuego lento, como pide un buen guisado.
Volvíamos a la foto de 2009, cuando se firmó la Ley de Educación de Catalunya (LEC), con los mismos protagonistas a priori. O eso creíamos. Porque en 2009 no existía Twitter. Bueno, estar estaba desde 2006, cuando nació en California. Pero no tenía repercusión alguna.
Hoy Twitter, por ejemplo, es el medio preferido de Trump y el trumpismo que parece expresar a golpe –a trompazos, nunca mejor dicho- sus opiniones o, más a menudo, sus invectivas. Hay espacios políticos que viven en Twitter, que son Twitter, que incluso son más de 140 caracteres que de 280.
Nada de complejidades, nada de matices, mejor sentencias, mejor cualquier pulla que un debate. ¿Para qué discutir si puedes pelear? Como cantaba Loquillo. E importa poco de qué va el asunto. De hecho, las primeras reacciones viscerales de las más conocidas ‘patums’ cibernéticas fueron sin tener ni pajolera idea del contenido del acuerdo. Se lanzaron a vampirizarlo sin más. ¡Vergüenza!, clamó alguno de nuestros queridos ulemas.
Justo eso ocurrió en la reacción contra el acuerdo consensuado por una amplia mayoría del arco parlamentario. Solo quedaban fuera los extremos. Era (es) un buen acuerdo y la foto tenía (tiene) una fuerza tremenda. Es un aval sólido a un sistema, la inmersión, que no solo es vigente y válido, es que debe mejorarse para lograr que ahí donde fracase se le dé un nuevo impulso.
Eso es lo que a buen seguro pensaba Irene Rigau, gestora del consenso, luego de aceptar hace meses acudir a un debate organizado por el entorno del PSC. Ahí empezó todo. Pero se jodió en un santiamén. Un puñado de tuits fueron suficientes para echar atrás a los firmantes del acuerdo que viven en y para Twitter.
¿Vergüenza? Lo que da es pena, incluso para sentir compasión, ver al extremo delirante al que algunos han llegado. Abrazar lo que más quieres, hasta estrangularlo.
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