Artículo de Álex Sàlmon

El trampantojo de la lengua

La lengua débil es el catalán. Sin embargo, es la que ha tenido todos los recursos de la Administración catalana

Manifestación de los profesores en defensa de la escuela en catalán

Manifestación de los profesores en defensa de la escuela en catalán / JOAN CORTADELLAS

Álex Sàlmon

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Diversas exposiciones han vuelto a poner de moda el arte del trampantojo. El vocablo es preciso, aunque necesite de dos palabras: trampa y ojo. Si la visual de nuestra mirada es un engaño, nuestra percepción de la realidad también lo será. Otra cuestión es que algunos quieran vivir en ese engaño. Existe una paradoja en este arte. Su hiperrealismo persigue todo lo contrario. O sea, mentir con lo real. 

En cuestiones de política lingüística ocurre lo mismo. Catalunya es una sociedad bilingüe que pretende convivir en la escuela como si solo existiera una lengua propia. Una sola. Y eso es un trampantojo. Solo hay que escuchar la calle.

Las declaraciones políticas desde finales de los 90, no antes, han trasmitido dos ideas fuerza que no son exactas. Una, que la escuela catalana tiene su fuerza en el idioma en que se imparten las asignaturas; la otra, que gracias al catalán las aulas no tienen diferencias sociales. 

La primera idea, si se desarrolla un poco, no tiene sentido pedagógico. Como si por el solo hecho de formarte en la lengua de Pompeu, el Nobel estuviera al alcance de la mano. La segunda, se inspira en el liderazgo de Marta Mata que trabajó para que no existieran dos líneas educativas, como sí ocurría en el País Vasco. Pero fue la supresión de las dos líneas, no la inmersión, la que facilitó una sociedad integral e igualitaria. 

El trampantojo de la lengua nos retrata una realidad donde la denominada “lengua propia” se limita al catalán. Y eso no es exacto. Y justamente ese autoengaño ha provocado que, desde el decreto de inmersión lingüística de 1992, pasando por la ley de 1998, la realidad del catalán en la escuela no haya alcanzado sus objetivos finales.

No es la primera vez que lo escribo. La lengua débil es el catalán. Sin embargo, es la que ha tenido todos los recursos de la Administración catalana. No era lo esperado, aunque los esfuerzos hayan sido intensos, intensivos y de inmersión. ¡Menudo problema! 

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