Apunte

Forzada a pedir perdón

El Gobierno ha dado la impresión de ir con los pies a rastras en la gestión de la crisis de los transportistas, hasta descubrir que se le había ido de las manos

El representante de la plataforma de transportistas, Manuel Hernández, tras ser recibido por la ministra de Transportes, el 25 demarzo

El representante de la plataforma de transportistas, Manuel Hernández, tras ser recibido por la ministra de Transportes, el 25 demarzo / Eruopa Press / Carlos Luján

Rosa María Sánchez

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La ministra de Transportes, Raquel Sánchez, ha acabado recibiendo en el ministerio y pidiendo perdón a los transportistas que llevan dos semanas con sus camiones parados. Ella misma y otras ministras del Gobierno habían buscado ningunear y desacreditar a este colectivo con alusiones imprecisas a sus hipotéticos vínculos con la ultraderecha. Al margen de posibles filias políticas de algunos miembros de este colectivo, Raquel Sánchez ha acabado reconociendo que no debió generalizar en sus descalificaciones ni hacerlas extensivas a un colectivo creciente que, con razón o sin ella, de un modo u otro, protestaban en busca de soluciones para una situación que ellos consideran crítica.

Pedir perdón por tildar de “ultraderechistas” a los manifestantes es solo una de las rectificaciones con las que ha tenido que tragar el Gobierno, que ha dado la impresión de ir todo el tiempo con los pies a rastras en la gestión de la crisis de los transportistas, por detrás de los acontecimientos, hasta descubrir que estos se le habían ido de las manos.

En un momento tan delicado como el que atraviesa la economía europea por las consecuencias de la guerra en Ucrania, la manera con la que el Gobierno ha manejado el conflicto con los transportistas por el precio del gasóleo solo ha servido para agravar los problemas de desabastecimiento de multitud de empresas, alguna de las cuales se han visto obligadas a parar su actividad y a asumir enormes costes por la caducidad de sus productos, como el caso de la leche y otros alimentos. Las organizaciones empresariales vinculadas a CEOE, que empezaron clamando contra los manifestantes, acabaron volviéndose contra la inacción de Gobierno, que solo estaba ayudando a agrandar la dimensión de la protesta y sus consecuencias. El Gobierno no ha tenido más remedio que concretar ya sus medidas de apoyo a los transportistas y renunciar a su incomprendido empeño de esperar al día 29 de marzo para hacerlo. Y ha quedado la idea de que si esas medidas se hubieran anunciado dos semanas antes, como hicieron los países de nuestro entorno, ni los males habrían sido mayores ni nadie habría tenido que acabar pidiendo perdón.

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