Censura

¿Una isla para los libros infantiles trans?

Hay un universo creciente de editoriales que incluyen ficción destinada al público infantil y sus familias con un eje de diversidad sexual.

niña leyendo

niña leyendo / Jonathan Borba |Unsplash

Carol Álvarez

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Existe una biblioteca en la isla de Matinicus, en Maine, Estados Unidos, que se ha convertido en el refugio de libros prohibidos del país. La iniciativa ha ido creciendo con la suma de ejemplares de libros rechazados y prohibidos en tiempos recientes por motivos sobre todo sexuales, y entre ellos figura el cuento infantil 'Con Tango son tres', de Peter Parnell y Justin Richardson, que obtuvo hace 15 años un montón de reconocimientos, tanto por su tratamiento contra la crueldad animal como por su acercamiento a la diversidad sexual. La misma Asociación Americana de Librerías lo premió en 2006. La historia real contada para niños del pingüino del Zoo de Nueva York que fue criado por una pareja de pingüinos macho dio la vuelta al mundo, pero en 2022, ese material pensado para niños se suma a la tristemente larga lista de títulos censurados como símbolo del rechazo al conocimiento de la realidad.

La negación es una respuesta de manual que experimentamos cuando no queremos aceptar algo que nos afecta y nos remueve en lo más profundo, algo que nos desestabiliza. Es frecuente que lo vivamos cuando muere un ser querido o enfermamos de algo grave, cuando se frustra una expectativa vital en nuestra hoja de ruta, cuando algo no sale como imaginábamos.

De la negación como reacción natural se puede pasar, como en aquellos relatos de Elige tu aventura, a la siguiente página que significa la comprensión y aceptación de los hechos y vivir con ellos, o bien puedes convertirte en un intransigente instalado en un mundo alternativo y alejado de la realidad.

Hay quien hasta se bloquea. Imagino a cientos de familias paralizadas a la hora de cenar en la sobremesa porque sus niños les han contado que un compañero de pupitre se ha echado un novio o que la amiga del patio dice que es trans. Podrá haber desconcierto, quizá una fase de esas de pellizcarse, -son niños, qué está pasando- murmurarán. Y buscarán culpables en el ambiente, en la escuela que adoctrina, en los libros que tienen al alcance, en la tele que ven. Está pasando.

Disney en acción

Disney, la potencia global del entretenimiento infantil, no ha podido esquivar la polémica que salpica todo el entorno formativo de los pequeños y alimenta las controversias en las reuniones de padres y madres de alumnos: ya hay normativas en marcha como la que se impulsa en Florida para que en los parvularios y clases de niños pequeños no se pueda discutir sobre identidad de género u orientación sexual.

Profesores, familias y entorno educativo están en el foco de la medida legislativa a debate, y Disney, espoleada por sus empleados, ha respondido al fin y se ha sumado a la campaña que quiere preservar la libertad de género y el sano debate sobre identidad sexual que se ha ido abriendo en especial en edades tempranas. 

Los libros no cuentan con una gran potencia que los defienda, son cada uno de su padre y de su madre, y aunque hay sellos fuertes, no se han forjado alianzas sólidas para proteger ese legado imborrable que dejan en las conciencias que se están formando entre los más jóvenes. Pero tienen la fuerza de la apuesta por publicar títulos comprometidos, seguir empujando la rueda, y así se hace desde la narrativa joven que incluye protagonistas trans y relaciones homosexuales de forma natural.

La ciencia ficción al rescate

La ciencia ficción, de nuevo, ha sido la principal punta de lanza de la inclusión sexual, desde los primeros libros de Ursula K. Le Guin, pero cada vez hay más producción en todo tipo de cuentos. Sellos como Thule, con las obras de Raquel Díaz Reguera 'Yo soy' o  'La rebelión de la princesa rosa', forman parte del universo creciente de editoriales que incluyen ficción destinada al público infantil y sus familias con un eje de diversidad sexual.

Los ecos de la intransigencia en EEUU cruzan el Atlántico, y aunque aún nos parecen lejanos, no está de más chequear nuestra salud cultural: islas refugio como la de Matinicus son un faro que alerta de las amenazas que pueden convertirse en realidad.

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